viernes, 23 de diciembre de 2011

Mañana por la noche no me lo pierdo

Creo que ningún año lo he visto completo, quizá algún momento cuando era pequeña y mi abuelo se empeñaba en escucharlo con atención. Pero mañana sí que voy a verlo y a oírlo. Es que tengo varias curiosidades, que van más allá de la típica pregunta: ¿habrá aprendido a leer, pronunciar y vocalizar con cierta naturalidad Su Majestad el Rey? Un amigo mío dice que los primeros años tras la boda del Príncipe con Letizia sí parecía que el Rey "progresaba adecuadamente" en su dicción, quizá amaestrado por su mediática nuera. En mi opinión esos supuestos avances, de haber existido, se quedaron en un simple espejismo.
Todos sabemos que el mensaje de Nochebuena del Rey está grabado con antelación. Por eso, teniendo en cuenta las enormes y ostentosas gafas de sol que se ha visto obligado a llevar por su "accidente" doméstico, quizá la Casa Real, con el "acierto" del que hace gala en los últimos tiempos, ha decidido camuflarlas plantando al Rey en una playa en Benidorm (por eso de hacer patria, aunque Hawaii molaría más), con unas bermudas de diseño marichalaresco y a torso descubierto. ¿Os lo imagináis con un daikiry en la mano diciendo eso de "la Reina y yo..."?
La otra gran incógnita es cómo se va a referir al escándalo de corrupción que le ha salpicado tan directamente. Sí, le ha salpicado a él mismo porque su hija está en medio de todo el meollo, por mucho que haya intentado alejar hasta Washington a estos Bonnie & Clyde de la realeza. Estaremos atentos a sus palabras. ¿Le habrá escrito Pepiño Blanco su "correto" discurso en esta ocasión, por eso de la experiencia y práctica que ha demostrado en los asuntos de corrupción y de apropiación indebida? Quién sabe si su última cena con el ex-gobierno de ZP no tuvo como objetivo secreto la redacción de este discurso... En fin, mañana saldremos de dudas.
Pero lo importante vendrá después: ¡¡Feliz Navidad a todos!!

lunes, 12 de diciembre de 2011

Blackberry está devorando a mis amistades

En fucsia, en verde manzana, en morado... Da lo mismo el color, la Blakberry nos ha infectado ya, y parece que su ataque no va a ser algo temporal, sino más aplastante que las victorias del PP a lo largo de este 2011.
Quedar con mis amigos ahora es un rollo. Hace tiempo, tampoco tanto, unas semanas o unos meses como mucho (me da a mí que este ataque "blacberriano" se ha acentuado del verano para acá) podíamos echarnos unas risas todos juntos, al mismo tiempo, cuando uno de nosotros contaba algo. Ahora es imposible. Cuando narramos alguna anécdota, graciosa o no, tenemos que repetirla como mínimo tres veces porque siempre hay alguno que está dale que te pego al teclado (¿?) de la maquinita, conversando con no sé quién. Y claro, a fuerza de repetir las intervenciones en una comunicación, la gente acaba cansaándose y empiezan a aparecer los silencios. Poco después ya no es uno el que está chateando en presencia de los demás, sino que su actitud se va contagiando. Un poema, vamos, que a una le da ganas de quedarse en casa haciéndose las uñas y hacerle confidencias al Margaret Astor.
Algo positivo sí tiene esto de la extensión y democratización de la Blackberry. Es como salir del armario. Antes los frikis y los asociales colgados de internet se quedaban en casa, quizá excitándose al tocar las teclas. Ahora no hace falta esconderse, podemos mostrar en público que somos una especie rara, con el placer añadido de darnos cuenta de que no estamos solos, de que hay muchos más como nosotros.
En realidad yo aún no tengo Blackberry. Por ahora voy a copiar la actitud de esos que todavía rechazan los ordenadores o que no quieren usar los cajeros automáticos (para desesperación de los empleados de banca, que muy amablemente pero ya hasta las narices, se empeñan en que la gente use las máquinas incluso para hacer ingresos...). Mi razonamiento es el siguiente: si quedo con mis amigos para tomar algo, ¿por qué tengo que chatear con mi prima de Murcia al mismo tiempo? Claro, que seguro que cuando vaya a Murcia y esté con mi prima echaré de menos a mis amigos y querré chatear con ellos. Malo, empiezo a dudar, creo que el virus "black" comienza a infectarme. ¿¿Qué puedo hacer??

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Inteligente, resultona, madre... ¿y vicepresidenta?

Parece que este final de año nos está dejando a las mujeres un poco trastocadas, lanzando dardos de forma indiscriminada, como María Antonia Iglesias, o lanzando silencios que son tan hierentes o más que una crítica en sí. Ejemplos tenemos varios, pero como tampoco es cuestión de aburrir al personal me voy a centrar solamente en una.
Porque es que la última en ser atacada, con ferocidad diría yo, es Soraya Sáenz de Santamaría. Debo confesar que le cogí simpatía (ideologías a un lado) desde que se atrevió a dejarse retratar en actitud provocativa y sensual por EL MUNDO. A mis años, ya empiezo a estar harta de los estereotipos que nos atan a una imagen preconcebida. Aquí, en cuanto una destaca en algo y es, no diré que un bellezón, sino simplemente resultona, parece que hay que ir a por ella. Da la sensación de que no se puede ser inteligente + atractiva, o cantar bien + ser rubia, o ser una buena actriz + bellísima. Prueba de ello son los ataques que reciben Soraya Sáez de Santarmaría en el primer caso, Marta Sánchez o Penélope Cruz en los otros.
Ahora resulta que una mujer preparada, en la flor de la vida, trabajadora (con interna en casa, sí, pero trabajadora), madre, esposa y que ha conseguido destacar en el duro mundo de la política... ¿¿¿debe quedarse en casa porque ha sido madre recientemente??? Y lo más grave es que esta acusación provenga sobre todo por parte de las mujeres. Y claro, el feminismo trasnochado y las falsas progres modernas, callados al respecto, sin destacar la importancia que tiene que una mujer haya conseguido llegar donde Soraya Sáenz de Santamaría: a tener muchas papeletas de repetir la hazaña de María Teresa Fernández de la Vega (¿dónde estás? ¿qué te hizo ZP para borrarte del mapa?) de convertirse en vicepresidenta del gobierno.
Pues a mí me parece lógido que Soraya no deje pasar esta oportunidad de trabajar y dedicarse a lo que, evidentemente, le encanta. Ha tenido varios hijos, recibe ayuda de su marido, tiene una posición que le permite delegar las funciones menos gratas (si yo pudiera, desde luego, no volvería a fregar un plato ni a pasar el aspirador, ¡vamos!)... y entiende que en este momento de su vida debe hacer un esfuerzo para no perderse la oportunidad por la que tanto ha luchado. ¿Eso no lo pueden entender otras mujeres profesionales?
Cada una que elija, todas las opciones son válidas. Existe un derecho a elegir, y debemos mostrarle el máximo respeto. Y, además, en este caso, aplaudir una igualdad tan total y absoluta.

martes, 22 de noviembre de 2011

Miedo en el cuerpo

Aunque el título de esta entrada pueda llamar a confusión, lo cierto es que no tiene nada que ver con el burdo destape de Terelu en "Interviú", os lo garantizo. Que una profesional de la comunicación que se autoproclama seria se preste a semajante retrato puede provocar muchas cosas, pero no miedo. Más miedo da, eso sí, escuchar a su redicho y manipulador compañero de cadena, Jordi González entrevistarla. Pero, como os decía, no va por ahí la historia.
Ante quienes me conocen y conviven conmigo de alguna manera no he sido capaz de esconder que durante los últimos cuatro o cinco días he vivido bastante intranquila, casi se podría decir que con miedo en el cuerpo, en el cerebro y en cada parte de mí. Es un miedo bastante justificado, que me recorre de arriba a abajo cada vez que se acerca una jornada de reflexión por unas elecciones. Y no tiene nada que ver con la zozobra ante un resultado electoral, os lo aseguro (tengo mis ideas, pero no milito en ningún partido, ni mi trabajo depende del gobierno de turno). Viví con recelo las elecciones del año 2008, me ocurrió también el pasado mayo con las autonómicas y me ha ocurrido, como os he dicho, estos últimos días.
¿El origen? Estoy segura de que para todos el mes de marzo de 2004, las dos jornadas previas a esas elecciones, supondrá un recuerdo terrible. También lo fue para mí, lógicamente. No sé si el hecho de vivir relativamente cerca de la "zona cero" de ese atentado me afectó especialmente, puede ser. Bien pensado, me parece que este temor puede tener su raíz en acontecimientos más lejamos en el tiempo puesto que recuerdo, incluso con imágenes, varios atentados terroristas en fechas de campaña electoral durante la etapa más cruel de actividad de ETA. Creo que la vivencia de todas estas sensaciones sí pueden ser el motivo de mi "aprensión democrática". Así que, siendo como soy, la parte final de las campañas electorales me producen algo más que el hastío generalizado que provocan a la población.
Este año, en mayo, antes de las elecciones autonómicas, también me inquieté bastante con la situación con la que los autoproclamados "indignados" desafiaban a la democracia intentando interferir en un resultado electoral. Por suerte poco a poco se descubrió que la motivación de los "indignados" distaba mucho de la idea originaria de Democracia Real Ya, quedando ambos movimientos bastante olvidados en este mes de noviembre: uno, por falso; y el otro, por utópico. La prueba está en que la participación en las elecciones de hoy ha sido la habitual, sin que las propuestas de abstención hayan cobrado fuerza. Por todo esto, en jornadas como la de hoy, voy más allá de los resultados alzanzados por este o aquel partido, y me felicito de que la democracia haya vuelto a ser algo real de verdad.

martes, 15 de noviembre de 2011

Como un tatuaje en la cara

Hace varias semanas el blog de Fernando Solera, <Desafinado>, reflexionaba sobre una situación que es más frecuente de lo que podemos pensar. En nuestras conversaciones con nuestros amigos, y en los medios de comunicación, abundan ya las referencias a los casos de maltrato contra las mujeres por parte de sus parejas. Por eso, hasta cierto punto, tenemos conciencia de que este mal existe. En estos momentos, incluso, hay una campaña publicitaria institucional para ayudar a la mujer.
Sin embargo, <Desafinado> se centraba en otro maltrato, el infantil, que queda más escondido y oculto. Y cuando lo descubrimos a nuestro alrededor tampoco sabemos cómo reaccionar. No me refiero a los casos extremos en los que los menores se convierten en motivo de chantaje durante los procesos de separación de los matrimonios, ni en los que un miembro de la pareja intimida al otro amenazando con dañarlos. Estos casos, como bien sabemos, existen, y resultan terribles.
La realidad es que hay muchos más casos de los que podemos imaginar de niños que reciben golpes y palizas habitualmente por parte de aquellos que se supone que han de velar por su seguridad y su felicidad. Cuando descubrimos en nuestro entorno uno de estos casos, ¿qué podemos hacer? Hace unas pocas semanas una amiga me contaba que se encontraba en esta situación: sabe a ciencia cierta que una madre trata a su hija de diez años a base de golpes. Mi amiga no sabía qué hacer. Durante varios días estuvimos buscando información y ayuda para intentar mejorar la existencia de esta niña. Veremos si finalmente nuestras gestiones sirven para algo frente a esa madre, en apariencia, ejemplar. No será fácil, según hemos ido descubriendo.
En una de las últimas y mediocres películas de Julia Robers, "Come, reza, ama" (en la que, por cierto, mi "querido y admirado" Javier Bardem tiene un papelito), hay una escena que me ha hecho pensar bastante. El personaje de Roberts, Liz, es una mujer independiente y viajera que, en un momento de crisis, se plantea tener un hijo. Su amiga, casada, madre y con mayor madurez, le contesta: "Tener un hijo es como hacerse un tatuaje en la cara: hay que pensárselo dos veces". Rotunda la comparación, ¿verdad? El efecto de esta respuesta en Liz es inmediato y demoledor, rechazando finalmente la idea de un hijo como solución a un conflicto.
Quizá la mejor solución para esta lacra del maltrato infantil vaya en esa dirección: hay que entender y enseñar a todos que ser padre o madre no es para aficionados, que un hijo no soluciona una crisis de pareja, que un hijo no es un arma arrojadiza para utilizar en un divorcio, que un hijo se merece lo mejor porque es lo más sagrado que vamos a tener en nuestras manos. Por suerte, también hay quien lo entiende así hasta las últimas consecuencias: hace poco leí en la prensa que  un padre y su hijo de tres años tuvieron un accidente con el coche. El hallazgo del vehículo accidentado no se produjo hasta el viernes. Quienes lo encontraron han explicado que el padre, fallecido en el accidente, no murió en el acto, y que protegió con su cuerpo a su hijo, que sólo resultó herido con un corte. Y que ambos, el padre y el hijo, estaban abrazados.

domingo, 16 de octubre de 2011

Quién te ha visto y quién te ve, Javier Bardem

¡Ay, Javier! ¡¡La de vueltas que da la vida!! Con el paso de los años, y con el paso de los euros o de los dólares a tu cuenta corriente, resulta que ahora vas contando por ahí que cuando eras pequeño ibas con tu familia al cine a ver las películas de James Bond. Trabajo nos cuesta, la verdad, imaginarnos a Pilar Bardem, aunque se sentase en la butaca situada más a la izquierda, como espectadora de una saga tan militar, imperialista y violenta como la de 007. Claro, que de alguna manera tienes que ir justificando por ahí tu participación, haciendo de malo malísimo, en la nueva película del agente de Su Graciosa Majestad.
Desde que se ha conocido tu implicación en tan artístico e intelectual proyecto, los medios de comunicación españoles, tan poco objetivos y tan pelotas como son siempre con determinados personajes (entre los que te incluyes, por supuesto) se han lanzado a recopilar y a ensalzar a los villanos que han aparecido en las veintidós películas de James Bond que se han rodado hasta la fecha. Y todos han llegado a la conclusión de que será un honor para ti interpretar a este tipo de personaje que a lo largo de la historia han llevado a la pantalla actores tan reconodidos y brillantes como Harold Sakta, Andreas Wisniewski, Julien Glover o Anthony Dawson. Como dice mi abuela, todos ellos muy conocidos en su casa a la hora de comer. En fin, que será un privilegio para ti figurar junto a ellos en la historia del cine. La verdad es que hubiera preferido que te ofrecieran el papel de malo en una de Batman, más que nada porque por allí han pasado Jack Nicholson, Jim Carrey, Michelle Pfeiffer o Heath Ledger, entre otros. Hay diferencia de nivel entre los malotes de 007 y éstos, ¿a que sí? Pero bueno, a cada uno lo suyo.
Tampoco deja de sorprenderme que un actor como tú, tan comprometido con la paz y en contra de la guerra, participe en una película que es una exaltación constante de la violencia más gratuita, además de ser una superproducción tan americana (ese país, Estados Unidos, que es tan malvado pero al que vamos a ceder una base militar en Rota sin que nadie se "indigne" por ello ni haga el menor gesto de protesta). Es que parecía que tú ibas por otros derroteros cuando colaborabas con Gonzalo Suárez, Bigas Luna, Uribe, León de Aranoa, el mismo Almodóvar e incluso los Coen. Era como si despreciaras el tipo de cine espectáculo que tan bien representa la serie de James Bond, como si tú buscaras más obras de autor, artesanales y artísticas. No me negarás que pasar de "Los lunes al sol" a tener licencia para matar hay un gran trecho. Eso sí que es evolucionar y madurar como intérprete, lo demás son tonterías.
Pues, ¿qué quieres que te diga? Que te vaya muy bien. Si hasta ahora nunca me habías parecido un buen actor (sobre todo porque modulas la voz de una forma terrible y así no hay quien se crea ni uno solo de tus personajes) no puedes esperar que con este nuevo reto interpretativo vaya a cambiar de opinión. Me pareces un tipo grandote y desaliñado (por favor, no le contagies esto a Penélope, que la pobre es propensa a coger lo menos bueno de sus parejas: el budismo descafeinado de Nacho Cano, la cienciología de Cruise,... esperemos que sea capaz de escapar de tu estilismo al menos), pero para nada atractivo ni carismático, como hay quien se atreve a escribir por ahí. A pesar de todo esto, puedo confirmarte que sí vere tu película de 007: lo haré dentro de unos años, cuando Tele5 la programe en horario de sobremesa un domingo de noviembre, si es que está diluviando en la calle y siempre que haya terminado de limpiar mi cubertería. Es que tampoco es cuentión de perder el tiempo en tonterías, ¿verdad?

domingo, 2 de octubre de 2011

Minimalismo catalán: Mas es menos

Casi con absoluta seguridad todos vosotros conocéis la máxima del minimalismo: menos es más. Pues bien, en Cataluña, donde están aplicando de manera extrema esta tendencia, podemos alterar el orden del sujeto y del atributo para obtener una visión bastante real de lo que está pasando allí: Mas es menos.
Este minimalismo catalán lo está aplicando de forma implacable el señor Mas, desde que alcanzó la Generalidad, sobre todo al campo de la sanidad. Por ahora, claro, porque de este nacionalismo trasnochado podemos – y debemos – esperar mucho más, seguro que se superan. Consecuencia de su desquiciada política es que Mas está dejando menos en donde antes había algo. Como veis, minimalismo puro: menos jornadas de funcionamiento de los quirófanos, alargando enormemente las listas de espera para todo tipo de operaciones, incluyendo las relacionadas con casos de cáncer; menos centros de salud abiertos en los barrios, obligando a los pacientes (muchos de ellos personas mayores con problemas de movilidad) a trasladarse a varios kilómetros de sus domicilios para poder recibir atención médica; menos personal sanitario, hasta el punto de que las plantillas de los centros hospitalarios y de salud están votando para ver si deciden reducirse el salario voluntariamente con tal de evitar despidos; menos salarios para los trabajadores, con el aviso desde ahora mismo, recién iniciado octubre, de la eliminación de la mitad de la paga extra de Navidad; menos ayudas y subvenciones para los mayores y los discapacitados, eliminando, reduciendo o dilatando en el tiempo el pago de las ayudas a las residencias y familias que atienden a estos colectivos. ¡Menudo panorama!
Estas medidas, digamos “minimalistas” del señor Mas, con ser malas, no son lo peor. Para nada. El señor Mas puede ser mucho peor si contraponemos esos “menos” a los “mases”. Aquí tenemos algunos “mases” del señor Mas: más dinero, cerca de dos millones de euros, para doblar películas estadounidenses al catalán, obviando que las que se han doblado hasta ahora han tenido una recaudación ridícula e infinitamente menor que la misma película doblada al castellano; más dinero para las embajadas catalanas repartidas por todo el mundo e instaladas, en muchos casos, con más lujos y suntuosidad que las de España; más fondos, evidentemente, para la inmersión lingüística obligatoria;... En fin.
Se me hace inevitable contraponer las protestas y quejas que pueda haber en Cataluña con las que ha habido en Madrid, sobre todo, por parte de los profesores. En el caso catalán estamos viendo que sí hay recortes de derechos básicos y que se está aniquilando el sistema de bienestar más elemental; por eso me enorgullece que la población se movilice en contra de la clase política Mas ruín e indigna. En el caso de los profesores, lo único que tenemos es la rabieta de aquellos a los que no les gusta su trabajo por tener que dar dos horas más de clase, dos horas que están contempladas en la ley de educación correspondiente, sin recortar otra cosa que el gasto que supone el salario de los interinos que no van a tener trabajo este curso.
Evidentemente por encima de toda esta situación está la desvergüenza de los políticos (no la clase política, sino los políticos, con nombre y apellidos) que tienen un millón de euros en el banco pero luego hacen el paripé de aparcar un Skoda para salir en la prensa, o que cuentan con cinco casas en propiedad, o que llevan trapicheando años como presidentes autonómicos y luego como ministros y se encuentran, además de más jóvenes y menos calvos cada día, con casi dos millones de euros,…
Lo más triste de todo es que ya se empiezan a escuchar voces que proclaman que los españoles, como pueblo, somos incapaces de eliminar estas injusticias, que esta corrupción y esta política sin sentido son inherentes al espíritu español. Por ello esas voces empiezan a pedir que se proclame un gobierno económico europeo como única solución ante los desmanes que estamos viviendo. Pues desde aquí me uno a esas voces, ya estoy harta de dar plazos nuevos y de depositar esperanzas en los nuestros, los de aquí, para después terminar volviendo de nuevo a la misma situación que se vivió en nuestro país hace casi veinte años. Si nos tiene que salvar Europa con su gobierno económico único, pues que así sea.

jueves, 22 de septiembre de 2011

A propósito de las "-esas"

En primer lugar debo aclarar que el título que le he puesto a esta entrada del blog no es una falta gramatical, por si a alguien se le había ocurrido esa posibilidad. Para saber a qué hace referencia lo mejor que podéis hacer es seguir leyendo un poco más. Y en segundo lugar, debo aludir a que estamos viviendo unas semanas con bastantes hechos dignos de análisis en la prensa y por supuesto también en los blogs más importantes. En un rápido repaso, sin demasiada profundidad, podríamos encontrar algunos de los que siguen.
Obviando la bolsa, sus vaivenes y la crisis económica, tenemos por ahí las 7 lecciones de Rajoy a Zapatero, por ejemplo; la verdad es que podía haber incluido una 8ª lección sobre la dignidad y los salarios de la clase política. Y de paso Mariano podía incluirla en su programa electoral, aunque a Cospedal le costara un disgusto y la renuncia a alguno de sus sueldos. En fin.
¿Qué más tenemos? Tampoco podríamos dejar de lado la fauna poco recomendable que rodea al ave galliforme más famosa de la democracia, el “Faisán”, y la amenaza constante sobre la falta de independencia de la justicia española y su habitual politización.
También, y seguro que a algún universitario le gustaría, podríamos tratar de la oscura perspectiva de censura que se cierne sobre la radio y la televisión públicas, con ese deseo insano del Consejo de Administración de controlar la información antes de que sea emitida.
Eso por no citar la recuperación del impuesto sobre el patrimonio, los bienes de los diputados y senadores (¡¡ese pobrecito Tomás Gómez, con sólo 1400 euros en su cuenta bancaria…!!)
Sin embargo, pese a este suculento panorama, del que me he limitado a citar unos cuantos ejemplos, no he podido contenerme y he sucumbido a la tentación frivolona de dedicar esta entrada del blog a las “-esas”. Sí claro, a la baron-esa y a la duqu-esa, o a Tita y a Cayetana, como prefiráis.
La Thyssen es actualidad porque está de morros otra vez: no está conforme con la imagen que se ha proyectado de su persona en la miniserie emitida recientemente por Tele5. Es como si esta “-esa” no se diera cuenta de la suerte inmensa que ha tenido al haber sido personificada por dos de las actrices más solventes del panorama patrio. La verdad es que ya le gustaría a la baronesa real contar con una de esas dos voces, de las más sugerentes y mejor moduladas de España, sobre todo si considera su propia forma de hablar. No soy muy aficionada a estas series que se han puesto tan de moda, basadas en personajes reales contemporáneos. Pero Mar Regueras era una garantía, y sentía cierta curiosidad por volver a ver a la eterna y fantásticamente conservada (¿¡cómo lo hace!? No es posible que el bisturí por sí sólo tenga esos efectos tan sorprendentes, de eso estoy segura) Silvia Tortosa. Así que, Carmencita, no te quejes, que te podrían haber plantado a la insulsa Pastora Vega y a la exageradísima Marisa Paredes y entonces sí que tendrías derecho a cualquier tipo de reparación por daños y perjuicios. Es lógico que echar la vista atrás abra ciertas heridas y no sea muy de nuestro agrado volver a mostrar de nuevo lo que tan cuidadosa y convenientemente se ha querido guardar en el baúl de las siete llaves. Hay una teoría que señala que el olvido es algo voluntario: cuando una persona comete un acto cuyo recuerdo  le provoca sentimientos negativos, esa persona es capaz de eliminarlo casi por completo de su cerebro para que no entorpezca su vida futura. Y Carmen Cervera parece ser una maestra en eso de borrar su pasado y, lógicamente, no le gusta que se lo recuerden ahora, sobre todo después de que los pelotas y lisonjeros que la rodean hayan estado años sin aludir a él.
De pelotas y lisonjeros también debe de saber mucho la otra “-esa”. Pero a diferencia de la Thyssen, los aduladores de la duquesa de Alba no son únicamente quienes la rodean, sino que son también los periodistas, los tertulianos y la mitad de la población española. De Cayetana y su novio se podrán decir muchas cosas, pero no lo que se oye y se lee día sí y día también en los distintos medios de comunicación: que son una pareja como cualquier otra, que la novia irá guapísima el día de la boda, que es normal que una mujer de su edad vuelva a enamorarse, que el novio no está interesado en quién es Cayetana-duquesa y que sólo le importa la felicidad de Cayetana-persona, que ha  triunfado el amor… ¡¡Pero de qué va toda esta gente!! Que Cayetana de Alba se puede casar cuando quiera y con quien quiera, es evidente. Pero no creo que se pueda decir de una novia de ochenta y varios años que irá guapísima al enlace; podrá llevar un vestido precioso (por cierto, vaya marronazo para Vitorio y Lucchino), podrá ir elegante (algo harto complicado tratándose de esta señora, dicho sea de paso) y podrá ser muy simpática. Pero nada más. De la falta de interés del novio en la condición de la duquesa, vamos, no creo que sea preciso comentar nada: en todo caso, si don Alfonso quiere le puedo presentar a mi tía abuela Engracia, que es de la edad de doña Cayetana y está de mucho mejor ver y además se le entiende cuando habla; pero me temo que el señor Díez no se mostraría tan solícito con Engracia como con Cayetana, ¿a que no? Sin embargo, existe algo así como una conspiración nacional para dar a entender todo lo contrario y volcarse  en lo romántico de esta situación.
Con todo, tanto a Carmen Cervera como a Cayetana de Alba hay que agradecerles que nos saquen, aunque sólo sea de vez en cuando, de la que está cayendo en esos otros ámbitos que tampoco queremos ni podemos olvidar, por la cuenta que nos trae. Y que lo hagan, además, lejos de quienes gritan “Sálvame”.



jueves, 15 de septiembre de 2011

Los profes no están haciendo los deberes

En una entrada del blog, hace unos meses, me burlaba hasta cierto punto del síndrome postvacacional que alegan algunos a los que no les hace ninguna gracia eso de volver a las obligaciones laborales después del descanso estival. Pues bien, tengo que desdecirme o "desburlarme" de lo que escribí entonces porque el tiempo ha demostrado que sí, que al menos hay un gremio que sufre terriblemente este síndrome postvacacional: el gremio de los maestros y profesores.
Es que de ninguna otra forma se puede entender la que están montando estas semanas, aunque en realidad habría que calcular el porcentaje que están montando los maestros en sí, y el porcentaje que están montando los sindicatos de siempre. El motivo para tal cabreo no puede ser otro que la mala leche que se les viene encima cuando piensan que van a pasar parte de su tiempo encerrados en una habitación con unos treinta chavales de los que una gran parte no tienen motivación ninguna para aprender. Esa es la única justificación que encuentro a su malestar. Pero vamos, ellos han elegido esa profesión, así que...
Vamos a ver si podemos entender la situación que hay ahora mediante un ejemplo. Imaginemos que una secretaria dedica una hora de su jornada laboral a preparar fotocopias de documentos. Y un día la dirección de la empresa le dice: "Mira, a partir de ahora vas a dedicar dos horas de tu jornada laboral a hacer fotocopias". Las horas de trabajo de la secretaria son las mismas, sólo que desde que se lo anuncian tendrá que dedicar más tiempo a una función en concreto. El ejemplo es sencillo, ¿verdad? Por eso no me creo que personas cultas e ilustradas como los profesores sean incapaces de comprenderlo: lo único que se les pide es que, de su jornada laboral, dediquen una o dos horas más a dar clase, no que trabajen más horas (aunque se les podría pedir, porque...). Y el resto del tiempo lo podrán seguir dedicando a cumplimentar partes de asistencia, reuniones de evaluación y charlar por los pasillos con sus compañeros.
La valoración social de los maestros ha caído bastante en los últimos años, hasta el punto de que no resulta extraño leer noticias en la prensa sobre profesores agredidos. Y los que conocemos a alguien que se dedica a esta labor sabemos las precauciones que toman para que los alumnos, o los padres de sus alumnos, no les dañen el coche, no sepan su domicilio,... Y que sea precisamente en una de las comunidades autónomas en las que se quiere restablecer al profesor como figura con autoridad donde se monta más follón con la ampliación de horas lectivas, no deja de tener su aquél. Evidentemente no voy a justificar esa infravaloración de los maestros en la sociedad, pero es que a veces se la han ganado a pulso. Por ejemplo, con estas protestas. ¿Es que no se han dado cuenta los horarios de muchas empresas, que obligan a realizar horas extras sin pagarlas a los trabajadores? ¿Es que no son conscientes del número de horas semanales que trabajan otros gremios? ¿Es que piensan que otros trabajadores como médicos, policías o bomberos no realizan también una labor social tan importante como la suya y en muchas peores condiciones? Afirman que protestan porque algunos compañeros interinos se van a quedar sin trabajo. Pero ¿es que no saben el número de parados que hay en España? A lo mejor se piensan que eso del paro no va con ellos, que no tiene por qué afectarles. Pues, señores profesores, me temo que están equivocados: hay vacas flacas para todos.
Quienes hemos estudiado varios años y en distintas etapas, desde el colegio hasta la universidad, no necesitamos agarrarnos a esta protesta para restar puntos al gremio de profesores. Todos recordamos como figuras excepcionales a los pocos maestros y profesores que nos han marcado positivamente porque sabían enseñar y transmitir sus conocimientos. Cuando pensamos en ellos los catalogamos así, como profesores excepcionales, porque generalmente en nuestras clases nos encontrábamos con especímenes que no tenían ni idea de hablar en público, que no preparaban las clases, que no recordaban lo que habían explicado y lo que no, que llevaban a clase año tras año los mismos apuntes amarillentos ya por el paso del tiempo, que no sacaban tiempo para interesarse personalmente por los alumnos,... Eso lo hemos vivido todos y todas, con las honrosas salvedades que ya he mencionado. Quizá sea por todo eso, no sólo por las protestas de ahora, por lo que la sociedad piensa que los profesores son quienes, en esta ocasión, no están haciendo los deberes.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Mi amiga lectora, Zozie y mi cartero

Mi amiga, la que compra libros y también los lee (creo que os la he nombrado en alguna otra ocasión), me está volviendo loca y también desconfiada. Hace unos meses leyó (yo me he negado a hacerlo, visto el efecto que ha provocado en ella), una novela de Joanne Harris, titulada “Zapatos de caramelo”. Por si no os suena, os diré que es la  segunda parte de la novela “Chocolat”, de la que Lasse Hallström hizo una magnífica película con Juliette Binoche y Johnny Depp, éste último atractivo como nunca. Pues bien, desde que mi amiga la leyó se ha vuelto más paranoica que el personaje de Mel Gibson en “Conspiración” (sí, la de Richard Donner, de 1997, en la que también aparece una Julia Roberts sin hijos y menos vaga cinematográficamente hablando).
La novela de Harris se inicia con un personaje, Zozie, que logra usurpar la vida de otra persona. En realidad a mí no me parece una tarea nada fácil, pero mi amiga asegura y perjura que es totalmente posible, y pone como ejemplo las artimañas de la tal Zozie para hacerlo. ¿En qué se basa semejante genio del saqueo de la personalidad? En la basura. Pero en la basura en el sentido más amplio de término. Por ejemplo: ¿qué hacemos con el folleto que nos envía la óptica en la que adquirimos nuestras últimas lentillas, folleto que llega a nuestro buzón porque facilitamos nuestro nombre y dirección al establecimiento en cuestión? ¿Y con esos inútiles extractos bancarios que nos envían Rodrigo Rato y compañía, cuando ya estamos totalmente acostumbrados a comprobar nuestro estado financiero por medio de Internet? ¿Y con los números atrasados de las revistas y publicaciones a las que estamos suscritos, que nos vienen con una pegatina imposible de arrancar, en la que figuran también nuestros datos? A la basura. Todos esos documentos y papeles van a la basura, todo el mundo los tira a la basura. Todo el mundo, menos mi amiga, la lectora. Es que ella los quema, uno por uno, en el fregadero de su cocina. Debe de ser que mi amiga se aburre un bastante, porque yo no podría, ni queriendo, dedicar mi tiempo a semejante tarea. Pero a ella le puede el miedo a dejar huellas y datos sobre su vida. Resulta que el personaje de “Zapatos de caramelo” estudia y analiza todo este tipo de información para suplantar, en el mejor de los casos, a alguien que ha abandonado un domicilio o que supuestamente ha fallecido. De esa forma, con el estudio de su basura documental, reconstruye a una persona que ya no existe, y la suplanta. Y si se puede hacer eso con alguien ya fallecido, ¿no se podría hacer también con alguien que sí existe?
Estoy de acuerdo con vosotros, a mí también me parecía toda esta historia un poco exagerada. Un poco exagerada no, muy exagerada. Hasta que me paré a reflexionar sobre qué hago yo con todo este tipo de publicidad o correspondencia: la reciclo. Es decir, la deposito, casi intacta, en el contenedor de papel para reciclar. Después, la verdad, siento terror cuando mi amiga empieza a enumerar las altas probabilidades que hay que de ese papel lo recoja alquien no recomendable, o de que algún papel se vaya volando y llegue a manos indebidas.
En conclusión, que la paranoia de mi amiga está consiguiendo que mire con ojos distintos a un ser totalmente afable como es mi cartero. No quiero decir que lo vea como un símbolo sexual ni que me atraiga lo más mínimo en ese sentido; cuarentón avanzado, según mis cálculos, el señor cartero no está mal. Pero no, dejad de frotaros las manos, que no hay nada de eso. Si fuera así habría escogido como referencia cinematográfica más adecuada el revolcón de Jack Nicholson y Jessica Lange sobre la mesa de la cocina en la película de  Bob Rafelson (1981). El problema, habida cuenta de las historias de Zozie y de mi amiga, es que mi cartero me da casi más miedo que Rubalcaba. Lo cierto es que me conoce demasiado. Como mis tres seguidores en el blog, y algún lector más (¡espero!), habrán deducido por lo que suelo contar, soy una persona discreta al máximo con mi vida personal. Por eso me da cierta aprensión (¿he utilizado ya el término “miedo”?) que mis datos y un montón de información referida a mí esté en sus manos. No voy a caer en la neurosis, por supuesto que no, sólo espero que mi cartero nunca llame dos veces...

jueves, 25 de agosto de 2011

JMJ...P

Tengo que darme prisa en colgar esta entrada en el blog, o de lo contrario voy a quedar fatal escribiendo sobre un acontecimiento tan pasado. Me admira enormemente el hecho de encontrar blogs que son actualizados con intervalos de tiempo tan breves. Debe de ser que mi vida es demasiado complicada por aquello de ser mujer y andar en la treintena, supongo.
Pero centrémonos y vayamos a lo que tenemos que ir. En realidad, el que ya se ha ido es el Equis Uve Palito, que no es un prototipo de coche híbrido sino el ¿apodo? que han utilizado algunos peregrinos, dicen que con buena fe y cariño (aunque me cuestiono esos sentimientos a tenor del nombrecito) para referirse a BenedictoXVI (ahí lo de la equis, la uve y el palito: ¿se le habrá ocurrido a algún lumbrera producto de la LOGSE que no controla bien eso de los números romanos).
Pues eso, que ya se ha ido. Y con él se ha llevado la prohibición de circular por gran parte de las vías más importantes de Madrid, sin tener demasiada consideración hacia los habitantes de la capital. Cuando comento esto siempre hay quien dice que el tráfico también se corta en otro tipo de eventos. Sí, claro, pero para pocos eventos se corta durante una semana. Porque Equis Uve Palito llegó un jueves, pero desde el lunes ya estaban montados y en funcionamiento todos esos escenarios dignos de un concierto de Madonna o de U2. No digamos ya lo de las restricciones de tráfico en autovías como la A2 y la A6.
Con todo, no le quiero quitar mérito a los logros del Papa, reuniendo a más de un millón y medio de personas para escuchar sus palabras. Claro, que ya me gustaría a mí que ese mismo millón y medio de fieles se parase a leer un poquito más profundamente la doctrina que predica la Iglesia en determinados asuntos, o algunas de las encíclicas e incluso libros publicados por Ratzinger (¿soy la única que se queda con las ganas de decir eso de “Ratzinger Z”, en honor de “MazingerZ”?). Tampoco estaría mal que todos juntos, ese millón y medio, siguieran los preceptos que marca la santa institución y, por ejemplo, ejercieran la confesión que exige la Iglesia. Es que, sinceramente, por mucho confesionario que hubiera montado en El Retiro, la verdad, no me salen las cuentas y me da que no pasaron todos por allí. Por otro lado, evidentemente, no voy a dejar de ensalzar a los “papaflautas” (como les han llamado con poca buena fe y menos cariño, me temo) frente a los “perroflautas” de hace unas semanas por su civismo, su cuidado, su comportamiento y su saber estar, tratando con el máximo respeto la ciudad de Madrid.
Junto a todos estos razonamientos, las JMJ también me han proporcionado imágenes que tardarán mucho en borrarse de mi memoria. Recuerdo que un canal de televisión, en uno de los muchos momentos dedicados a toda esta cadena interminable de eventos, nos ofreció la visión bochornosa de una monja, no muy mayor, saltando y cantando sobre un tablero, como si estuviera poseída por el espíritu de Teresa Rabal. O la de católicos más cercanos a la madurez que a la juventud que no tenían el menor reparo ni el menor sentido del ridículo al entonar canciones sositas y guitarreras tipo Ella Baila Sola mientras hacían una serie de movimientos coreográficos más amanerados que los del Aserejé de las Ketchup. Supongo que su condena será volver a visionar esas imágenes dentro de unos años.
Con todo, lo que más me ha quemado las entrañas es comprobar que la JMJ en realidad era la JMJP. ¿Que qué es la P? Pues mi impresión es que la Jornada Mundial de la Juventud ha pecado (elegido el término con clarísima intención) al convertirse en Jornada Mundial de la Juventud Pija. Sí, pija en la peor acepción de la palabra. Tengo constancia, por fuentes directas, de que algunos peregrinos que venían de países lejanos han llegado a pagar más de 1500$ para acudir a este evento. ¿Está justificado? ¿Cada uno hace con su dinero lo que le da la gana? ¿Nada que objetar? Lo siento, yo sí tengo bastante que objetar en que haya personas de Ecuador o Bolivia (casos que conozco de primera mano) que han gastado ese dinero sólo en el billete, sin incluir todas esas gorras, camisetas, mochilas, pañoletas,… que se han llevado consigo. Los defensores de esta Jornada, al decirles esto, sacan a relucir que la comida, los alojamientos y el transporte se les facilitaba de forma gratuita. Pero vamos a ver, que tontos no somos: si la JMJP ha dejado en Madrid los millones de euros que dicen que ha dejado, será porque quienes han venido se han gastado esos euros, ¿no? Eso implica que quienes han venido, en una proporción importante, son los ricos o pijos o pudientes o adinerados o acomodados o como quieras llamarlo del país de turno. Y eso, el extraño vínculo que une Iglesia y clase pudiente, tan diferente de lo que era en su origen, es lo que más sospechoso me sigue pareciendo, y lo que ha seguido dejando patente la JMJ.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Un posado, una gorra de beísbol y una máquina de café

Este año ha pasado un tanto desapercibido, y eso que durante los últimos veranos eran muchos quienes afirmaban echarlo de menos. Sí, este año hemos vuelto a tener posado veraniego de Ana Obregón. Me he enterado de refilón, por la prensa escrita, así que no he tenido ocasión de escuchar los agudos comentarios con los que suele describirse semejante evento. Seguro que recordáis frases como “es ridículo que haga eso, si ya casi tiene sesenta años” o “se va a asfixiar de tanto meter tripa”. Críticas parecidas habrán podido escucharse en programas de televisión en boca de tertulianos que sobrepasan los cien kilos de peso o tertulianas que tenían hijos mayores de edad en la época de Naranjito, pero aún así se atreven a criticar a cualquiera por todo.
Ana Obregón no es santo de mi devoción, aunque le reconozco su gracia. Como personaje público le sobran humos y le faltan saber estar y sentido del humor. Y como artista tampoco es que tenga una carrera muy digna. De hecho, ha quedado en la memoria colectiva por su estilismo perjudicial para la salud oftalmológica ajena y por ser una de las presentadoras de televisión más gritonas.
Todo esto viene a cuento de que, aunque el posado de Ana Obregón roce el ridículo, me duele que no se mida con el mismo rasero a otros personajes, sobre todo si son masculinos. Vamos con un ejemplo.
Hay por ahí un autoproclamado escritor (que no acaba de comprender que escribir es algo más que aporrear un teclado) que ha hecho gala de un atrevimiento mucho más punible, bajo mi criterio, que las poses de la Obregón en las aguas mediterráneas, e incluso que el de Cayetana de Alba. Imaginaos a alguien que es capaz de plantar en la solapa de uno de sus libros una fotografía suya en la que aparece ¡¡con una gorra de béisbol!! Cuando me regalaron el libro y vi semejante esperpento di por supuesto que el caballero en cuestión era calvo. Gracias a internet tardé bien poco en descubrir que, efectivamente, Federico Moccia está bastante calvo. Nada en contra de ese hecho natural que algunos hombres saben convertir en un gran atractivo. Lo que me provoca una sensación cercana a la náusea es el intento inútil por parte de este señor para esconderlo. Mucho meternos con Ana Obregón, pero nadie ha dicho nada de esta foto, que os aseguro es mucho más grave.
Claro, que después de ver la foto me dediqué a leer el libro. Y entonces comprendí por qué Moccia tiene tan poco pudor intentando engañar acerca de su apariencia: es un ente completamente superficial y frívolo. Pude terminar la novela haciendo un esfuerzo de voluntad enorme comparable a la preparación de un examen de fin de carrera, porque “Perdona si te llamo amor” es mala a rabiar. Mala la forma de escribir, mala la puntuación, malas todas las historias innecesarias que introduce, malos los personajes que aparecen y mala cada una de sus seiscientas veintisiete páginas. Le sobran seiscientas. Con las veintisiete restantes habría bastado para narrar la esencia de la novela, si es que tiene esencia.
No voy a hacer un análisis de la novela, porque no es mi especialidad y tampoco es el objetivo de este blog. Pero no puedo dejar de asombrarme ante lo estereotipado de los personajes principales: una joven de diecisiete años con un alma libre que consigue enamorar a un treintañero que se cree profundo y filosófico porque escucha canciones de Lucio Dalla y Robbie Williams. Vamos, que si hubiera puesto también la letra de “Hoy quiero confesar” de Isabel Pantoja hasta habría quedado bien y todo. Es que esas son dos de las referencias culturales más destacadas que puede incluir el pobre Moccia, no llega a más. Se pasa media novela citando letras de canciones pop italianas de los ochenta y los noventa, y títulos de películas como “Armas de mujer”. Lo más sorprende es que todos los personajes se saben las letras y los diálogos de memoria y pueden introducirlos acertadamente en sus conversaciones espontáneas e improvisadas. Su engreimiento llega a cotas tales que se cita a sí mismo. Sí, de verdad, introduce en algunos diálogos títulos de otras novelas suyas. Impensable, vamos.
En el fondo “Perdona si te llamo amor” es un fraude del mismo calibre que la foto del autor que la acompaña. No he quiero, ni quiero, ni querré acercarme de nuevo a ninguna otra novela de este italiano petulante, aunque por desgracia hay mucha gente que sí lo hace a juzgar por las ventas de sus libros. Pues a mí que no me busquen haciendo cola en ningún sitio para que me firme uno de sus libros. Antes de eso prefiero coger mi cámara de fotos y hacer un reportaje fotográfico a mi Ana Obregón que, siendo como es, gana en profundidad y sinceridad al escritor con apellido de máquina de café.

jueves, 28 de julio de 2011

¿Por qué me abandonaste?

Nunca me he creído del todo eso del "síndrome postvacacional". Vamos, que me parece un invento de las cadenas de televisión para poder consultar a un par de psicólogos o sociólogos del tres al cuarto y así rellenar unos cuantos minutos de los informativos de finales de agosto, labor que cuesta lo suyo porque en esas fechas no suelen ocurrir grandes novedades por el mundo. Aunque, bien pensado y viendo cómo está el mundo y qué noticias nos han ocupado últimamente, sería preferible tener que recurrir al tema del síndrome postvacacional. Pero lo dicho, que todos debemos saber que es una de esas leyendas urbanas que tanto alimentan los medios.
En mi caso, además, se da la circunstancia de que no me molesta volver a mi vida después de la ruptura que implica el periodo de vacaciones: tengo un trabajo que aún me motiva, me encanta mi casa (con todas sus imperfecciones y sus bastantes carencias) y me alegra recuperar el contacto con las personas de mi entorno.
En esta ocasión he tenido unas vacaciones estupendas, llenas de vivencias que no olvidaré en mucho tiempo. Sin embargo también han estado plagadas de despegues y aterrizajes (esos dos fenómenos que sí son reales y aterradores), aeropuertos, hoteles, comidas extrañas, bebidas exóticas, movimientos de tierras, condiciones climáticas extremas,... Por todo eso, pese a la satisfacción de estas semanas, en realidad también estoy disfrutando de la sensación de volver.
Lo que no podía esperarme al regresar es que él, precisamente él, fuera a amargarme la vuelta. Cuando me fui de viaje creí haber dejado todo atado y bien atado. Y a "todos" también, aunque suene un poco a dominación por mi parte. Puedo comprender que las condiciones cambian y que nunca podemos saber o presuponer lo que hay en el interior de cada uno. Quizá su marcha haya estado provocada por los cambios que, como año tras año, conlleva la llegada del mes de septiembre y la nueva temporada. O puede que el aburrimiento o el hartazgo de una relación de casi veinte años le haya empujado finalmente a buscar la  felicidad en otra. No lo sé.
Lo cierto es que, al llegar de nuevo a mi mundo tras las vacaciones, está siendo muy duro asimilar que él ya se ha ido. Dime, querido y admirado Roberto Arce, ¿por qué lo has hecho?, ¿"por qué me abandonaste", como gritaba Paloma San Basilio en su famosa canción?, ¿por qué me has dejado en brazos de otro cualquiera, marchándote de Antena 3? ¿Sabrá el nuevo mirar a la cámara como sólo puedes hacerlo tú, como si me contaras a mí únicamente lo que ha ocurrido en el mundo? Intentaré recuperar esa sensación cuando te asomes a tu nueva ventana del piso CUATRO, pero ya sabes que yo vivo más cerca de la vida real, en el TRES. Y aquí te seguiré esperando...

martes, 5 de julio de 2011

Ni la del Real Madrid ni la del Barça: la mejor gira asiática de este verano es... ¡¡la mía!!

Ni siquiera estoy segura de si este año el Real Madrid o el Barcelona van a poner rumbo a Asia para mostrar por esos lares a sus estrellas futbolísticas y así rentabilizar algo más las cifras millonarias e indecentes que se gastan en ellas, en detrimento de toda ética. En cualquier caso este verano, os lo garantizo, la mejor gira asiática la voy a protagonizar yo misma: pues eso, que me he liado a la cabeza la manta y los euros de la extra para fundirlos de una sola vez en poco más de diez días y marchar en dirección al lejanísimo Oriente.
La verdad es que una experiencia como ésta me va a venir muy bien. Soy de las que piensan que viajar engrandece el alma. Y si se viaja a Asia, por lo que llevo soltado ya, doy fe de que también empequeñece el bolsillo. Pero, como os decía, este año precisamente un viaje así puede convertirse en una estupenda terapia. Aunque serán sólo tres países, el plan de viaje resulta de lo más atractivo y por eso no lo dudé cuando me lo propusieron.
Entre los sitios que voy a visitar hay algunos en los que no existirá la posibilidad de conectarse a Internet. La mayoría de los lugares en los que estaré, no obstante, resultan idóneos para ello. Pero por lo que voy sabiendo, hay complicaciones para utilizar programas que permitan escribir con caracteres latinos, sobre todo sin tener un lugar fijo desde el que hacerlo. Por eso me parece que durante dos o tres semanas no voy a escribir en el blog. Cuando me sea posible sí que lo miraré para ver si mi universitario favorito (que para nada es un cualquiera) ha vuelto a dejar un comentario de esos que tanto gusta leer, o para echar un vistazo a los blogs que más sigo, o para saciar la curiosidad sobre las estadísticas de visitas.
Se me va a hacer raro, después de todos estos meses, despegarme así de “elblogdelgante.blogspot.com”. Seguro que a finales de mes o a principios de agosto ya tenéis noticias mías de nuevo. Hasta entonces, os deseo de veras un estupendo inicio de verano: disfrutad donde sea, con quien sea y como sea que lo hayáis planeado. Disfrutad siempre.

jueves, 30 de junio de 2011

La hermana cantante de "Amélie"

Conscientemente he dejado pasar unos cuantos días, algo más de una semana, para enlazar la entrada de hoy con una de las anteriores, más que nada para ver qué pasaba y cómo evolucionaba el asunto. Quizá alguno recuerde que, hace poco, escribí sobre unas declaraciones de Concha Velasco en las que, sin ningún tipo de vergüenza ni pudor, explicaba que su voto siempre había sido y sería para el PSOE. Mi comentario de entonces afeaba esa actitud a la artista vallisoletana, esgrimiendo el argumento de que una persona pública debe evitar ese tipo de declaraciones. Mira tú por donde, creo que mi reacción fue una de las pocas que iban en esa dirección: ni su facebook ha ardido, ni Buenafuente la ha llevado a su programa para ridiculizarla obligándola a pedir perdón,… En fin, todo lo contrario que le ha ocurrido a Lourdes Hernández. Sí, ésa, la chiquita de Russian Red.
Lo de esta chica, para empezar, es tan poco fino como lo de doña Concha: un artista no debe mostrar sus tendencias políticas. Primero, porque se puede volver en su contra. Y segundo, porque su arte podría llegar a cualquier persona, saltando todas las barreras imaginables… menos una. Y esa la barrera, puede que la más difícil de saltar, es la ideología. En todo caso Russian Red no definió su voto, sino su forma de pensar. Tampoco se identificó con un partido político, sino con una tendencia. Pero eso ha sido suficiente para que aparezcan comentarios en número apabullante criticando e insultando el nombre de Russian Red. ¿Hubiera ocurrido lo mismo si se hubiera decantado  por otra ideología?
Lo más curioso de todo es que Russian Red, de golpe y porrazo, ha dejado de ser lo más indie y lo más alternativo. No sé yo si la tal Lourdes volverá a levantar cabeza después de esto, porque su imagen ha quedado muy dañada. Veremos. Una parte positiva sí que tiene, y es en la que coincide ahora mucha gente que la ha podido conocer: esta chica tiene ángel. Gracias a toda esta polvareda muchos la han descubierto, y se han dado cuenta de su estilo y de su sentido artístico. A mí, desde que la descubrí hace casi tres años, me ha parecido la hermana cantante de “Amélie”, el personaje que interpreta Audrey Tautou en la estupenda película de Jean-Pierre Jeunet, por su aire frágil y delicado.
Recuerdo que hace unos años el suplemento MAGAZINE de EL MUNDO quiso sacar del armario a los personajes populares del mundo de la cultura y del espectáculo que profesan la religión católica. La idea pudo ser original, porque sacar del armario al colectivo homosexual ya no tiene ningún mérito, por mucha medallita que se cuelgue el amigo Ricky Martin (por cierto, ¡¡pedazo de concierto el que pudimos ver hace bien poquito!!). Los periodistas de EL MUNDO, sin embargo, se encontraron con poquitos famosos que quisieran hacer públicas sus creencias religiosas: la mayoría, muy acertadamente, puso excusas para no mojarse. ¿Cobardía? Quizá haya quien lo considere así. En mi opinión, vuelvo a recalcar lo que dije en el caso de Concha Velasco: ¿a quién le importa lo que opinen o crean los artistas?
Pese a lo bello de tus composiciones y pese a lo acertado de tu imagen, amiga Russian Red, tú también habrías podido quedarte calladita antes de mostrar lo que piensas sobre política. Casi mejor que te limites a hablar de tus discos (bravo por “Fuerteventura”) y a cantar, porque lo haces como muy pocos pueden hacerlo.

domingo, 19 de junio de 2011

La guardería del terror

Quizá al leer el título de esta entrada del blog os venga a la cabeza la escalofriante escena que tuvo lugar hace unas semanas en una guardería mexicana en la que una de las maestras logró mantener la calma y la sangre fría suficientes como para entretener con unas canciones a los niños que estaban a su cargo, mientras se producía un tiroteo dentro del mismo edificio. Pues no, mi reflexión de hoy no tiene nada que ver con ese suceso, aunque debo admitir que la escena me emocionó profundamente.
Lo que os quería contar tiene que ver con otra guardería. En concreto es una cercana a mi casa, a la que mi vecina Marga lleva a su hija. Los que se creen eso de que las empresas están ayudando a padres y madres a conciliar vida laboral y vida familiar deberían tener una par de palabras con mi amiga Marga, que se encargaría muy gustosamente de bajarles de semejante guindo: ella es madre soltera de una niña de dos años y poco que es un sol, por la que Marga da gracias todos los días, y que nos alegra la vida a todos los que tenemos la suerte de verla de vez en cuando. No somos propiamente vecinas, pero vivimos en la misma calle. Y, aunque nuestras circunstancias son totalmente distintas, no estamos muy lejos en edad. Quizá por eso hemos congeniado y nos echamos una mano en esta carrera contrarreloj que es la vida diaria. Unas veces ella recibe mi compra cuando la traen a casa, otras yo le recojo una carta certificada,… Hasta que la semana pasada mi pidió ¡¡que recogiera a Áurea de la guardería!!
No os voy a engañar a vosotros: ilusión, lo que se dice ilusión, no me hizo esta petición. Pero si no nos ayudamos entre nosotras, mujeres trabajadoras, ¿qué podemos esperar del mundo? Normalmente Marga delega en su madre, una abuela estupenda y guapísima como ya quisiera ser Tita Cervera, todas las responsabilidades relativas a su hija. Sin embargo, en esta ocasión la abuela no estaba disponible. Así que Marga se vio en la obligación de describirme físicamente a la encargada de la guardería y pedirme mi número de DNI para poder asistir a la reunión que su jefe (machote e imbécil como casi todos los jefes) había alargado innecesariamente, complicando aún más el difícil equilibrio de llegar a todas las obligaciones que tiene cualquier persona cuyo sueldo no le permita disponer de una canguro doce horas al día.
A la hora convenida estaba en la guardería, armada con una bolsa de gusanitos, dos aspitos y una botella de agua, sobornos indicados cuidadosamente en las instrucciones facilitadas por mi hermana, madre también, a la que telefoneé no bien Marga hubo confirmado que la encargada me daría a Áurea sin otro formulismo que la presentación de mi DNI. Desde la puerta de entrada hasta la clase de Áurea debía caminar por un pasillo totalmente adornado, sin dejar un resquicio, de arbolitos, enanitos, florecitas, maripositas y todos los itos que queráis añadir. Y todo en unos colores que no tenían nada que envidiar a los de los modelos de Ágatha Ruíz de la Prada. No sé yo si los terrores nocturnos de algunos niños pueden deberse al agobio que tiene que provocarles transitar a diario por esos pasadizos.
Lo peor, con todo, no fue eso. Lo peor eran los padres. Bueno, y alguna madre, sobre todo de esas de melena pajiza y pija. Pero lo de los padres era tremendo. Los había de varios tipos, aunque creo que predominaban los primerizos. No sé si eso será una atenuante, me niego a considerarlo así, porque la forma de hablar con la que se dirigían a los niños, cada uno al suyo, no puede tener el perdón de nadie. Ponían una voz aflautada que irritaría hasta a Teresa Rabal. Y hablaban tan lento y tan despacio como la duquesa de Alba, pero con la vocalización exagerada de Mercedes Milá (sí, lo sé, la mezcla es bastante repulsiva, pero es la única imagen gráfica que se me ocurre). Y el tono que empleaban, ese todo suaaaaaaaave que alaaaaaaaaarga innecesaaaaaaaaariamente las sílabas al decir cosas como: ¿Te has comiiiiiiiiido hoy toda la comidiiiiiiiita?”, “¿Lo has pasaaaaaaaaado bien hoooooooy?”, ¿Hoooooooy ha ido a tu claaaaaaaaase la Señoooooooora Primaveeeeeeera?” (por cierto, a mí nunca me hablaron de la tal Señora Primavera, quienquiera que sea). Os aseguro que tuve que llevarme la mano a la boca para no vomitar ante semejante espectáculo y banda sonora: ¡¡sentía pánico y terror!!. Había también padres muy modernitos, de esos que van enseñando la mitad de sus Calvin Klein, que casi eran los peores. Yo pensaba que los gilipollas (es que no hay otra palabra para esos especímenes) sólo aparecían a partir de las tres de la mañana en según qué garitos; pues mira tú por dónde que no, que las guarderías están plagadas de imbéciles que hablan a sus hijos como si no tuvieran neuronas. ¡Qué paciencia deben de tener las cuidadoras para escucharlos cada día!
Por suerte ahí estaba Áurea, con ese brillo en los ojos que sólo da la inocencia. Y tal fue ese poder y el del abrazo enorme que me dio al verme, que consiguió anular todo lo demás.

viernes, 10 de junio de 2011

"Mamá, ya no quiero ser la chica yeyé"

Una pensaba que ya había visto y oído de todo en esta vida. No es que sea mayor como para haber visto de todo; no obstante, quizá por mis circunstancias, me he visto casi siempre rodeada de una fauna humana digna de estudio. Y esa fauna me ha deleitado, a lo largo de mi existencia, con comportamientos y frases para la posteridad. O, por lo menos, para mi recuerdo personal. Sin embargo, el circo social que hemos creado en los últimos años, me está proporcionando visiones que aún logran sorprenderme. Algunas de estas visiones se materializan en forma de actitudes públicas que se podrían calificar con cualquier adjetivo menos con el de oportunas.
No estaba en mi casa ese día, sino cenando en casa de unos amigos. Por suerte estábamos en conversaciones más interesantes que me salvaron de escuchar atentamente a esta señora. Pero no tuve más remedio que escuchar retazos de las declaraciones de una actriz que ejerció en su día de señora estupenda, representante incluso de la cinematografía de la época de Franco. Con el paso de los años, hace tiempo que cumplió los 70, se ha rodeado de una aureola de estupenda actriz. En mi opinión, y la he visto sobre un escenario en un par de ocasiones, resulta engolada y pomposa en su dicción. Nada que ver, por ejemplo, con la grandiosa naturalidad de Lola Herrera o Blanca Portillo. Es cierto que esa  artificiosidad y ampulosidad de venían muy bien a las cursiladas que Antonio Gala escribió para ella, pero para poco más. Y como prueba de ello podemos constatar que su reputación como actriz se basa en dos canciones que entonó con algo de fortuna: “Mamá, quiero ser artista” y “La chica yeyé”. Porque ¿quién recuerda algo más de Concha Velasco? Pues bien, la artista, supongo que para promocionar alguna función, apareció hace poco en el programa “La Noria”. Al menos la colocaron en la parte del programa en la que aparecen los personajes dignos, aunque rodeada de periodistas indignos (excepto Calabuig, que tiene su puntito). Y allí, la dama del teatro (aunque sea medio vacío) se lanza y, con la que está cayendo, afirma que “siempre he votado y votaré a los socialistas”. Vamos a ver, querida señora: ¿a quién le importa un pepino español lo que usted vote? Sabemos que, aunque lo niegue, le gusta aparecer en los papeles para mantener su estatus de estrella (¿acabada?), aún a costa de airear su vida privada: aún recordamos las apariciones estelares que le proporcionó su divorcio de Paco Marsó, y más recientemente el fallecimiento y el funeral de éste. Claro, que de eso hace unos meses y ya tocaba volver a salir a la palestra.
Está claro que todos tenemos nuestras opiniones políticas, que todos votamos a quien queremos votar, que no votamos si no queremos, que los “famosos” tienen derecho a expresar sus opiniones (aunque parece que sólo esté bien visto que lo hagan los que se sitúan a un lado de la línea ideológica). Pero, muy señora mía, respete usted a los millones de personas que han rechazado la situación actual que vivimos en nuestro país, respete usted a quienes están indignados con la evolución del sistema, respete usted a los cientos de miles de familias que no cuentan con ninguna ayuda social, respete usted a los ancianos a quienes han congelado las pensiones, respete usted a los funcionarios que han visto rebajado su poder adquisitivo, respete usted a quienes han visto su vida truncada de una u otra manera por el terrorismo y ahora ven como sus verdugos pasan a recibir un salario que pagan con sus impuestos, respete usted a los millones de parados que no pueden ir al teatro por no tener un salario, respete usted a los miles de empresas que han tenido que cerrar porque la administración no ha pagado las facturas que les debe,… En fin, respétenos a todos y cállese sus opiniones políticas. Somos conscientes de que a usted le habrá ido muy bien todos estos años, paseándose de plató en plató y participando en no sé qué series o películas subvencionadas, o actuando en los teatros de no sé qué ayuntamiento. Simplemente ahórrenos la molestia de pensar, cada vez que la veamos en la tele, en una revista o en una obra de teatro, que usted vota al PSOE y que está de acuerdo con su política desastrosa.
Y no olvide que quienes, por su talla artística, no lo necesitan o no quieren favores de nadie, no pregonan sus preferencias ideológicas. Repase mentalmente los nombres de los principales artistas y se dará cuenta de que los que más valen, los que mejor lo hacen, los que destacan de verdad, los más grandes, no se decantan por nadie. Es porque ellos sí saben respetar al público.

miércoles, 1 de junio de 2011

Voces de mujer

No, no voy a escribir sobre Mónica Naranjo (por cierto, magistral en su “Madame Noir”) ni sobre Marta Sánchez (igualmente brillante en el espectáculo con el que celebra su 25 aniversario en el mundo de la música). Esta vez quiero referirme a las voces de tres mujeres que hablan. Hablar, la verdad, hablamos todas. Y algunas en demasía, lo reconozco, aunque no me incluyo para nada en ese grupo. Pero éstas tres a las que me refiero es que hablan muy bien porque saben lo que dicen y también porque tienen un tono de voz envidiable. Son voces de esas que una querría tener, aunque para ello tuviera que fumar y beber la mitad que Amy Winehouse.
Una de ellas, quizá la más popular, es Marta Robles. Puede que algunas personas la asocien a contenidos ligeros y un tanto frívolos, como los ya populares “martichollos” de su programa de televisión, o a la guía (¡¡recomendable para saber movernos por Madrid, sin duda!!) “Madrid me marta!”. Sin embargo esta mujer, que ya cuenta con una trayectoria considerable, es una voz solvente en todos los temas que toca. Su voz lógica y directa se adentra en temas sociales, políticos, artísticos,… de todo tipo. Y como periodista que es, se atreve también con el texto escrito, colaborando con una columna en algún periódico nacional. Lo que me gustaría saber hacer tan bien como ella es opinar abiertamente, incluso llevando la contraria a mi interlocutor, y hacerlo con la elegancia, el tono y el saber decir del que ella hace gala.
Otra voz de la que podemos sacar alguna lección, es la de Carmen Tomás. Me acuerdo de que hace años condujo un informativo a mediodía en Telecinco (en aquella época yo era estudiante, ¡¡qué tiempos!!). La particularidad de ese programa era que sólo participaban mujeres en su edición, dirección, presentación y colaboraciones de opinión. Desde entonces hasta ahora Carmen Tomás se ha prodigado bastante tanto en radio como en televisión. Siempre se basa en la economía para analizar el momento actual, pasando lógicamente por la política. Lo mejor, además de su voz profunda, es que sabe hablar para que se entienda todo lo que dice, por muy complicados que sean los conceptos que maneja. Y puede hacer frente a cualquier interlocutor  con segurididad, porque lo desarmará sin piedad con su brutal ironía y su inmenso sentido del humor.
Y la tercera voz de mujer que quiero resaltar es la de Ana Samboal, conductora de un informativo nocturno en televisión. Es cierto que está en una televisión polémica, según algunos, por su enfoque informativo. Eso, no obstante, no le provoca ningún temor ni complejo a la hora de informar llamando a las cosas por su nombre. No es agresiva porque no lo necesita (a diferencia de  Ana Pastor, que aburre a las ovejas si no discute, porque no tiene nada que decir ), ya que Ana Samboal tiene una opinión formada y contrastada. Con el lema que ella misma repite cada noche, Ana Samboal ha creado un informativo plural que no puede entenderse sin la información, la opinión y el análisis de los contenidos. El resultado de todo ello sería muy distinto de no contar con su actitud, su dicción, su tranquilidad y lo certero de sus comentarios
Señoras, a ver si aprendemos de estas tres compañeras, y de tantas otras, y dejamos de lado tajantemente a las belenesesteban, mariasjosesgaleras, karmelesmarchantes, milasjimenez, maríasantoniasiglesias, lydiaslozanos y demás subproductos de la televisión. Seguro que con el cambio salimos ganando todos y, sobre todo, todas.

martes, 24 de mayo de 2011

Vergüenzas ajenas

Tengo la sensación de que la expresión “vergüenza ajena” se está dejando de utilizar. Quizá sea por esa manía que tenemos actualmente de relativizar todo y del “todo vale”. Sin embargo, en las últimas jornadas he experimentado este sentimiento varias veces. Y tan fuerte y repetida ha sido esa sensación que he decidido plasmar algunos casos en el blog. Estos casos no están ordenados según la intensidad de la vergüenza, ni por orden cronológico. Y no todos están relacionados con la política (aunque bien podría sacar, sin demasiado esfuerzo, una enorme lista de vergüenzas ajenas referidas sólo a la política). Vamos a ellas:
- Me da vergüenza ajena escuchar y leer cómo se queja todo el mundo de lo caros que son los servicios de Movistar y de la manera que tiene esta empresa de tratar a los clientes. Claro, que más vergüenza ajena me da el continuismo de los españoles para arriesgarse a cambiar a otras empresas diferentes porque “les da cosa”.
- Me da vergüenza ajena, casi grima diría yo, escuchar a Pepe Blanco pronunciando términos como “concepto” o “perfecto” eliminando el sonido de la P que debe pronunciarse antes de la T. Ese “conceto” y ese “perfeto” deberían estar prohibidos, y más aún en una persona pública. Es algo completamente “indino”.
- Me ha dado vergüenza ajena la foto de Antonio Banderas subido en los brazos de Pedro Almodóvar en el Festival de Cannes. Bien es cierto que uno está totalmente acabado como actor, y el otro como director hace tiempo que dejó de aportar nada nuevo. Pero un poco de dignidad, por lo menos para que no olvidemos lo que han sido en tiempos pretéritos. Que aprendan un poquito del saber estar y la elegancia de Penélope Cruz, en su recorrido alrededor del mundo para presentar “Piratas del Caribe 4”. Ella sí que es grande.
- Me da vergüenza ajena ver cómo está quedando la Puerta del Sol tras la asentada de los “indignados”. Sé de primera mano que esto no es lo que querían quienes organizaron la concentración del 15-M. Qué degeneración y qué pena que dejen morir así, de hastío y cansancio, este movimiento que pudo haber llegado a significar mucho más.
- Me dio vergüenza ajena la imagen de Carmen Chacón llegando a Ferraz el día 23 de mayo, después de las elecciones, llevando ¡¡dos maxibolsos!!, colgado cada uno de una mano. Parecía que los bolsos en cuestión pesaran toneladas, a juzgar por su cara desganada. Claro, que a lo mejor lo que pesaba no eran los bolsos. En fin, Carmen, bonita, si tuvieras un mínimo de estilo y glamour, en lugar de dos maxibolsos habrías llevado uno sólo en un brazo (¡¡no en la mano!!) y un maletín en la otra. Podrías haber copiado a la Princesa Letizia en su pose más pedante al llegar a la última entrega de los Premios Príncipe de Asturias.
- Me da vergüenza ajena el afán de protagonismo de Álvarez Cascos, fundando su propio partido como pataleta para, en virtud de los resultados electorales, tener que pactar con su ex-partido bajo pena de no conseguir el puestazo con el que soñaba.
- Me da vergüenza ajena que, amigos y conocidos míos, personas sensatas y cultas en su existencia, mantengan en público la defensa de realities como “Supervivientes”, discutiendo si Aída Nízar es repulsiva o Paquirrín podía dar más juego del que está dando.
Mucho me temo que en los próximos meses quizá tenga que recurrir de nuevo al título de esta entrada para volver a reseñar más casos vergonzosos: ¡¡se acerca el verano!!

miércoles, 18 de mayo de 2011

La mirada europea

¡¡Vaya semanitas nos está dando Europa a los españoles (y no hablo de economía)!! Parece que eso de “españolizar Europa” no está dando sus frutos. ¡Si don Miguel de Unamuno y compañía levantaran la cabeza y vieran el resultado de nuestra Lucía Pérez en el Festival de Eurovisión…! El caso es que la galleguiña no lo hizo nada mal: la coreo era aceptable, ella cantó bien, el vestuario iba acorde. Claro, la canción no era una maravilla, pero ¿cuál lo era? Salvo la conclusión de que a los españoles no nos quiere casi nadie en Europa, la verdad es que no sacamos nada nuevo de la experiencia eurovisiva de este año. Y, me temo, tampoco Lucía Pérez va a sacar nada, para qué engañarte, mona: si David Civera está desaparecido del mapa después de su “Dile que la quiero” y sus varias canciones de verano, no pienses que tú vas a durar más de un par de telediarios. Además tampoco ayuda mucho tantísima sonrisa como derrochas, sobre todo  al decir que te sientes una ganadora.
Pero vamos a lo que vamos, que lo de Eurovisión y esta chica era para introducir el temita. Lo que ha dolido a varios en lo más profundo del pundonor y en el centro de su orgullo nacional es el vídeo del programa sueco sobre la actitud de los españoles hacia el trabajo. Nosotros pensábamos que los suecos tenían su gracia, con esos mozos rubios que tanto gustan a algunas por aquí (a mí no, para nada, donde esté la mezcla…) y esas mujeres impresionantes que hacían que se le cayera la baba a Andrés Pajares ligando en tanto bodrio setentero. Además, nos sigue encandilando la música de ABBA, con el subidón que nos provoca aún el “Dancing Queen”, entre muchas otras canciones. Habrá también aún quien recuerde la etapa dorada del tenis sueco, con Björn Borg, Mats Wilander o Stefan Edberg. Y tampoco podemos olvidarnos del exitazo editorial que ha supuesto “Millenium”, de Stieg Larsson: sí, esos tres tochos que forman, cómo no, una trilogía, en la que el libro siguiente está peor escrito que el anterior y además aumenta en progresión geométrica el número de personajes y tramas absurdas que no aportan nada a la novela.
Pues bien, a nuestros hasta ahora amistosos y simpáticos suecos no se les ocurre nada mejor que venir a nuestro país y hacer un reportaje para un programa de televisión en el que ridiculizan la actitud de los españoles en el trabajo: que empezamos muy tarde (como si conocieran a mi ex - compañera  de trabajo, pongamos por nombre Carmen Muñoz), que si nos pasamos la jornada laboral visitando Facebook (o comprando entradas para el cine, o reservando hoteles, como la tal Carmen Muñoz), que si leemos el periódico en nuestro puesto de trabajo (o matamos marcianitos en el ordenador, como hace esa Carmen Muñoz), que si somos unos pelotas y nos quedamos más tiempo en la oficina para que parezca que estamos ocupados (como hace habitual y magistralmente Carmen Muñoz), que si perdemos el tiempo echando la siesta (o levantándonos setenta y tres veces de nuestro puesto en un único día, como hace cierta Carmen Muñoz),…
No sé qué ha dolido más a esa gente que se ha sentido ofendida, si el hecho de que digan falsedades sobre nosotros… o el hecho de que nos conozcan tan bien. La verdad es que me inclino más por lo segundo. En mi caso, sinceramente, no me doy por aludida: mi blog lo escribo desde casa, y siempre fuera del horario laboral. Pero ¿cuántas Cármenes Muñoz (nombre ¿al azar?) hay sueltas/os por ahí, en cada pequeña, mediana y gran empresa?

domingo, 8 de mayo de 2011

"No me compensa trabajar"

No, no se trata de una frase metafórica que refleje el mal ambiente que pueda haber en el trabajo, aunque al leer el título de la entrada muchos de vosotros hayáis pensado que, efectivamente, para lo que hay que ver y oír en la oficina, como que no compensa. Sin embargo no va por ahí la frase, en absoluto. Se trata de una verdad tremenda, de las pocas que se pueden asegurar calculadora en mano. Cuando mi amigo JL me la soltó, así de clara y directa, traté de llevarle la contraria. Pero no pude sostener mis argumentos más allá de diez minutos. Claro, que lo primero que debo hacer es presentaros a mi amigo JL.
Es del grupo de la Universidad. Lo cierto es que no soy de esas personas que mantienen amistad con sus amigas o amigos de la guardería o de parvulitos. ¡Hay gente que sí lo consigue o que los recupera a través de las redes sociales! Debe de ser… apasionante ver una evolución tan completa en el ser humano. En mi caso prefiero ahorrarme algunos pasos intermedios, la verdad. Pues eso, que ni tan siquiera tengo el teléfono o el correo electrónico de nadie del instituto. Ni ganas de buscarlos en el ciberespacio. En realidad, tampoco estoy segura de haber querido conservar esas amistades, me veo más atravesando diversas etapas y, de algunas de ellas, simplemente no queda nadie. Y adelante, a la siguiente. Pero la etapa de la Universidad, quizá por lo que supuso en mi vida, sí me hizo conservar contacto con varias personas y, en algunos casos como en el de JL, amistad verdadera.
Del grupo de amigas y amigos de la Universidad, varios empezamos nuestra vida laboral trabajando en algo que no estaba directamente conectado con los estudios. Después, poco a poco, casi todos sí que nos hemos ido acercando a profesiones vinculadas de alguna forma a lo que habíamos estudiado.
Pero no JL, que empezó con unas prácticas en un periódico local y acabó formando parte de la plantilla de una agencia de información bastante importante. Llegó, incluso, a tener a varias personas a su cargo y alcanzar un puesto intermedio por el que más de un trepa habría vendido su alma… y la de varios compañeros. En cuanto a su vida personal, tampoco le fue mal a JL: su pareja es una persona excepcional (sí, no me cuesta ningún esfuerzo reconocerlo), que ha podido compaginar su trabajo en una empresa privada con la maternidad. Y así han funcionado, como familia feliz en su residencia a las afueras de Madrid, hasta la llegada de la crisis. La crisis, que no sólo ha afectado al sector de la construcción, sino que ha llevado a los periódicos y a la prensa en general a una situación complicada. De ahí que JL también se haya visto en el paro (con sus 45 días por año trabajado, su cotización en regla y todo lo que queramos, pero en el paro). JL, siempre comedido, no cayó ni el pánico de intentar encontrar otro trabajo inmediatamente ni en el “me lo voy a tomar con calma, voy a tomarme un tiempecito antes de buscar otra cosa”. Durante unos meses lo más complicado para JL fue encontrar no un trabajo, sino una oferta de trabajo cuyas condiciones se acercaran siquiera mínimamente a las que había tenido en su trabajo anterior. Nada que ver. Ni en horario, ni en salario, ni en contrato. Evidentemente ya había oído bastante de cómo está la situación, pero pude profundizar más en esto cuando hace unos meses me invitaron a cenar a su casa. Por suerte con él no tengo que hacer el paripé de evitar el tema laboral por miedo a ofenderle, como puede ocurrir cuando nos encontramos con alguien que está en paro. Por eso, después de las preguntas y los comentarios de rigor, curioseando por la cocina y echando una mano para poner la mesa, antes incluso de sentarnos, me contó que ya había desistido de encontrar un trabajo como el de antes. Ese “como el de antes” no se refería al tipo de trabajo, sino a lograr unas condiciones remotamente similares. Lo que había encontrado eran trabajos con horario partido (de esos de 9:00 h. a 14:00 h. y de 16:00 h. a 19:00 h.), en sitios a los que tardaría en llegar más de 45 minutos si había suerte con el tráfico, y con un salario que rondaba los 1.100 euros en el mejor de los casos. Vamos, un panorama para pasárselo por las narices a los sindicatos, a los hablan de conciliar vida laboral y vida personal y, de paso, a los que afirman que en España se produce poco. Con todo, JL estaba razonablemente feliz. Fue entonces cuando sacó la calculadora y me dijo eso de “es que con esas condiciones no me compensa trabajar”. Me habló de un trabajo por horas que había encontrado dando clases en una academia de la zona donde vive, que puede comenzar cuando su esposa ha llegado a casa después de trabajar y puede ocuparse de los niños (tienen dos, de tres y de seis años). Como él está en casa por la mañana se ahorra aula matinal y comedor del colegio para el mayor, que ya es un pico; y también la guardería privada del pequeño (lograr plaza en una pública es complicado, ya sabéis, y si uno de los padres está en paro resulta imposible porque la Administración piensa que esa familia no necesita servicio de guardería, como si los trabajos se pudieran encontrar llevando a tu hijo pequeño a la entrevista o a la ETT...); el caso es que habiendo parques, ludotecas y pequenatación el pequeño no tiene porque salir asociable, ¿verdad?. Y como su academia está a poca distancia de su casa se ahorra otro pico en gasolina y mantenimiento del coche. Total, que JL ha sumado a su bajo salario por horas la cantidad de dinero que no gasta y que es, en la práctica, como un ingreso, y se ha dado cuenta de que puede vivir. Y puede ser feliz. Es un gran cambio en su vida, y no ha sido fácil, el ritmo de su vida y su ritmo de vida eran muy diferentes. Pero es consciente de que, en este momento, es la única forma de poder salir adelante. Y de que tiene que dar gracias porque ha encontrado una manera de equilibrar la balanza renunciando a algunas cosas y ganando otras (más tiempo con sus hijos, más ayuda para su pareja,…). Sabe él, sabemos todos, que hay familias que están viviendo una situación muchísimo más dura a la que es muy complicado encontrarle el lado bueno. Pero algo positivo tenemos que ser capaces de encontrarle a todo esto ya que de lo contrario no se entendería la paz ciudadana que invade hoy nuestra sociedad. Eso, o es que estamos total e inactivamente adormecidos. ¿O es que nos mantienen narcotizados?

viernes, 29 de abril de 2011

Algo más que un nespresso “arriba en el aire”

Ha sido duro este mes de abril para las estrellas del cine, sin duda. A todos nos ha llegado a lo más hondo la enfermedad de Silvia Abascal, elegante presencia de nuestro cine y teatro, y personalidad pública que destaca siempre por su saber estar y su saber hablar (bastante más de lo que se podría decir de muchos otros y muchas otras). Y también hemos tenido noticias de la valentía de Catherine Zeta-Jones al hablar de la ayuda médica que está necesitando para no perder el rumbo.
No sé si influida por estas noticias de forma consciente o inconsciente, el caso es que ya iba teniendo ganas de encontrar una buena razón para dedicar una entrada del blog a George Clooney (primera confesión: sí, me resulta enormemente atractivo, pese a que haya adelgazado demasiado en los últimos años). Esa razón para aludir al señor Clooney la he encontrado viendo una de sus últimas películas (segunda confesión: no, no estoy totalmente actualizada en cuanto a cine; es más, intento llevar cierto desfase con respecto a los estrenos cinematográficos para estar segura de que quiero ver lo que voy a ver, no lo que me empujan a que vea).
El caso es que estos últimos días de vacaciones, con menos prisas y obligaciones de lo habitual, me senté a ver “Up in the air”, que Jason Reitman dirigió en 2009, y que se hizo, justamente, con el Oscar al mejor guión. Como este blog pretende estar abierto a varios temas, lo habéis podido ir observando, intento comentar las películas que más me atraen, sin caer en la crítica cinematográfica pura, no es ésa mi intención. Pero sí quiero dejar claro que con bastante frecuencia nos encontramos con obras de gran altura y que, por lo tanto no comparto esa denuncia contra el cine actual cuando se le acusa de estar dirigido sólo a adolescentes, ni por ser un cine de consumo fácil.
De “Up in the air” se pueden decir muchas cosas, y seguro que la mayoría ya se han comentado. Evidentemente se habrá elogiado el guión, por las muchas perspectivas que nos ofrece. Una de ellas se centra en la situación laboral actual, que nos ha empujado a todos a saber el significado de lo que es un ERE, a calcular el tiempo de subsidio de desempleo que nos correspondería en caso de ser despedidos,… Las escenas que recrean los despidos de los trabajadores son tan realistas y están tan bien estructuradas que la película, en esas secuencias parece más próxima a un documental que a una ficción.
Ese efecto de documental desaparece rápidamente para dar paso a algo así como un videoclip cada vez que Ryan Bingham, el personaje de Clooney, como si de una coreografía se tratara, se dispone a preparar los viajes en avión que requiere su trabajo. Esta riqueza y variedad de ritmos en los movimientos de cámara me parecen uno de los hallazgos de la película. El guión, sin el complemento de estos encuadres y enfoques tan singulares, quedaría bastante incompleto.
Con todo, en una película tan audaz y tan libre, lo que más me ha sorprendido es el mensaje que nos lanza el director sobre conceptos emblemáticos y universales como la pareja y la familia. Gran parte de la existencia de Ryan Bingham transcurre en los aeropuertos y aviones (magistral la escena y el diálogo en el que dos de los personajes principales, mientras esperan un vuelo, comparan su estatus según la cantidad y exclusividad de las tarjetas – no postales precisamente - que poseen), metáfora perfecta de su modo de vida: vivir a kilómetros de distancia, por encima de todo lo que signifique una atadura, una posesión y una relación personal mínimamente estable. Hasta que conoce a un personaje, interpretado por Vera Farmiga, que comparte con él esa filosofía de la vida. Es entonces, al encontrar a esta persona, cuando Ryan parece animado a dar el paso definitivo que le haga descender de su posición “up in the air” (en parte obligado por las circunstancias) para pasar a vivir de una manera más convencional. Paradójicamente no le será posible reinsertarse en una existencia cotidiana, y aquí es donde el director nos muestra que el concepto de relación liberal y sin ataduras que ha perseguido Ryan no es real: su nueva pareja es, en realidad, una esposa moderna que trabaja y una madre feliz con su vida familiar, con una existencia en la que Ryan ha sido, tan sólo, una evasión temporal y paralela.
De nuevo nos encontramos con alguien que nos refresca la memoria y nos hace recordar que no, que todo no es válido, que hay unos principios y unas convicciones que mantener en medio de un mundo relativizado en el que parece que todo es aceptable. Será que, como Catherine Zeta-Jones, necesitamos que alguien nos guíe para no perder el norte.
¡Ah! Si no la habéis visto, no os perdáis “Up in the air".