lunes, 28 de marzo de 2011

Lo que dijo la rubia (y debía haberse callado)

Seguramente no es rubia natural, como les pasa a tantas. Aunque, bien mirado, eso no tiene por qué suponer ni implicar un menosprecio: ahí están Scarlett Johansson, Nicole Kidman, Naomi Watts, Charlize Theron, Gwyneth Paltrow o, en el solar patrio, la rubia por antonomasia, Marta Sánchez, todas ellas cumpliendo y destacando en sus profesiones. Pero esta rubia a la que nos referimos hoy, aparte de que tal vez no sea rubia, es que no da pie con bola. No es que haya seguido mucho su ¿trayectoria?, pero parece que tiene por ahí CUATRO programas, y que ninguno ha tenido demasiado éxito. Con todo, eso de no tener éxito en la televisión actual no implica ausencia de  calidad, en absoluto: de la fórmula contraria, calidad cero y enorme éxito, Jorge Javier y Jordi González, son claro ejemplo. Pero a lo que íbamos, que la rubia de la que hablamos, salvo buscar esposa a los granjeros, no ha hecho mucho. De ella únicamente destacaría un programa; mejor dicho, el nombre de un programa: “Lo que diga la rubia”. Y vaya si podemos dar por cierto que ese nombre no fue ocurrencia suya.
El caso es que lo que esta rubia ha dicho hace poco, la verdad, se lo podía haber callado. No es que su comentario suponga un atentado contra la dignidad de nadie, ni se sitúe en el lado de lo políticamente incorrecto ni sea un escándalo (¡ya quisiera ella dominar el arte de provocar!). Lo que ocurre es que, afirmar a estas alturas que, en su caso, no puede perseverar en un proyecto como escribir un blog porque “igual luego te mandan un mes fuera a grabar y pasas del blog” resulta bastante necio. Es evidente que redactar un blog implica un esfuerzo para ver qué se quiere decir y cómo se quiere decir. Y no todo el mundo tiene que sentirse atraído hacia esto, ni mucho menos. Si alguien no quiere entrar en el mundo de los blogs, o no se siente capaz de hacerlo, no pasa nada. Pero excusarse con algo tan postizo como hace la señora Argüelles, pues sencillamente no es de recibo.
Aquí mismo, en el menú de la derecha de este blog, tenemos ejemplos de personas que escriben o colaboran en un blog. Y esas personas también viajan, se mueven y tienen unas vidas tan activas e incluso a lo mejor más interesantes que la de doña Luján. Podemos tomar como ejemplo el blog de Alaska&Mario, que es, prácticamente, su itinerario vital. Tanto Fangoria como Nancys Rubias tienen sus giras, grabaciones, promociones, entrevistas, representaciones,… y a los dos, a la impagable Olvido y al polivalente Mario, les da tiempo para ilustrarnos y divertirnos con sus comunicaciones. Quizá se deba a este blog, testimonio y prueba de que son dos personas con mucho que decir,  el hecho de que la MTV les haya propuesto un programa, que ya esperamos con ansia, en el que esta singular pareja abrirá su casa y su vida para compartirlas con la audiencia y mostrarnos cómo viven. Claro, para que te ofrezcan esto hay que tener una capacidad mínima y una vida interesante, ¿verdad, Luján Argüelles?
¿Y qué decir de las “Notas de Redacción” del equipo de periodistas de los informativos de Antena 3? Pues que, como blog colectivo, no tiene desperdicio. Nos permite conocer algo más a estos estupendos profesionales, siempre dentro de lo periodístico, y el otro lado de lo que conlleva la preparación de un informativo.
Incluso los blogs de Vicky Martín Berrocal o Paula Echevarría, propiciados por la revista ELLE, implican un esfuerzo y una inquietud por mantenerse en contacto con los lectores, en mayor o menor grado, con mayor o menor frecuencia, con contenidos más sesudos o más frívolos. Pero siempre proporcionando comunicación y la posibilidad de ejercitar nuestras facultades, tanto el que escribe como el que lee, que también puede interactuar enviando sus comentarios.
Pues eso, que la rubia cuatrera, con toda probabilidad, se sentirá más cómoda y comprendida por las neuronas de Gerard Depardieu, que también se ha lucido hace bien poquito afirmando que Internet es un mal para la sociedad. ¡¡Menuda pareja de dos!!

miércoles, 16 de marzo de 2011

¡Viva el sacrificio inútil!

No creo exactamente en la inspiración pero, por si acaso, tengo una libreta en la que voy anotando algunos pensamientos que después me sirven para escribir este blog. Algunas veces esas ideas me vienen por lo veo o lo que oigo; de hecho, tengo algunos amigos que, cuando nos reunimos, se muestran reacios a opinar por temor a que después pueda utilizar en mi blog lo que dicen (¡como si una fuera a utilizar los pareceres de cualquiera para inspirarse!). El caso es que como ya vamos avanzando en la edad, más me vale tener mi cuadernillo a mano para plasmar, en dos líneas, el boceto de lo que más tarde puede convertirse en esto que estás leyendo ahora. De hecho, en este mismo instante, de un solo vistazo, os podría anunciar algunas de las próximas entradas. Lo que ocurre es que, de igual manera que una reflexión puede parecer interesante o divertida en un momento, es perfectamente posible que poco después deje de ser considerada así. Y, entonces, un gran tachón cubre esas dos líneas garabateadas en la libreta.
Una de las ideas que tenía anotadas para escribir está relacionada con Japón. No, no es oportunismo, así que no voy a escribir ni sobre la energía nuclear ni sobre los tsunamis. Es que la pareja de una de mis amigas es japonesa. Sí, su chico es nipón. Y no, no voy a entrar en esos detalles que estáis pensando ahora. El caso es que por medio de esta amiga he tenido la oportunidad de acercarme un poco a esta cultura oriental, con sus elementos positivos (¡me encanta el curry japonés, tan diferente del hindú) y sus elementos menos positivos (eso del pescado crudo queda muy chic, pero ¡¡está crudo!!).
Como desgraciadamente Japón está siendo noticia estos días, la verdad, resulta complicado no relacionar lo que quiero escribir con alguna de las informaciones que se han publicado. En concreto, hace uno o dos días el periódico EL MUNDO analizó bajo el siguiente titular la forma de actuar de los japoneses ante la desgracia que están viviendo: “¿Por qué no lloran los japoneses?”.Pues bien, la anotación en mi libreta iba más o menos en esa dirección, en un tono mucho más ligero, claro, ya me vais conociendo (por lo menos tú, único seguidor de “elblogdelgantepuntoblogspotpuntocom”).
En la primera parte de las aventuras de Bridget Jones (no me he vuelto loca, os aseguro que esto tiene que ver con el tema que estoy tratando) se alude al primer matrimonio del personaje interpretado por Colin Firth (¡¡magnífico actor, hoy más reconocido que nunca por ese Oscar!!), que ha estado casado con una mujer japonesa. El motivo del divorcio de este personaje no fue otro que encontrar a su esposa nipona retozando alegre y sexualmente sobre la alfombra con el personaje interpretado por Hugh Grant (por cierto, qué mal gusto el de la tal japonesa, dejar a mister Firth por esa caricatura de hombre que es Hughie…). La madre de Bridget, cuando se entera de ese incidente, comenta de las mujeres japonesas que son una “raza cruel”. Y ya hemos llegado a la segunda conclusión que nos deja este análisis: los japoneses no lloran, y las japonesas son una raza cruel.
El tercer apunte tiene que ver, de nuevo, con mi amiga y su novio japonés. Llevan mucho tiempo juntos, y son envidiablemente felices. Tienen un hijo, Takuya, de cinco años (guapísimo, ¡qué peligro va a tener en diez años!). Y cada sábado mi amiga y su novio, que viven en la Comunidad de Madrid, pero no cerca de la A6, cogen el coche y se plantan en Majadahonda a las 9:00 de la mañana. ¿Por qué? Pues porque allí se encuentra el Colegio Japonés de Madrid. Este centro, los sábados, ofrece un curso complementario al que acuden, sobre todo, hijos de matrimonios o parejas hispano-japonesas. De esa forma, los pequeños-semi-nipones tienen la oportunidad de aprender y practicar el idioma japonés y, también, de acercarse y profundizar en la cultura de su medio-país. Un objetivo muy loable. Muy loable, pero que cabrea de mala manera a mi amiga y a su novio. Los dos trabajan de lunes a viernes, levantándose a las 6:30 h., como tantos otros humanos. Y cuando llega el sábado, día de descanso para ellos, tienen que volver a hacerlo. Además tienen que despertar y preparar al pobre Takuya que, medio dormido, desayuna en el coche para no llegar tarde a su Colegio Japonés de Madrid. Mi amiga y su novio, junto a otro montón de padres, han pedido al colegio que retrase una hora, nada más que una hora, el horario de las clases. Pero no. Parece que no es posible realizar un cambio tan sustancial en la vida académica de esa magna institución (regida por un comité de marujas japonesas, porque hay personajes y conceptos tan universales que traspasan fronteras).
Recopilemos: los japoneses no lloran (EL MUNDO), las japonesas son una raza cruel (Bridget Jones) y viva el sacrificio inútil (Colegio Japonés de Madrid).
Con todo esto no he querido faltar al respeto al pueblo japonés, al que admiro en muchos aspectos y que nos está dando unas lecciones de civismo únicas. Sólo he querido unir algunos apuntes sobre lo que voy conociendo de esta cultura. Y, lo más importante quizá, aprovechar estas líneas finales para mostrarles mi total solidaridad ante su situación y mi confianza en que van a sobreponerse, sin duda, a esta fatalidad.

lunes, 7 de marzo de 2011

Un universo paralelo, virtual y sindical

Seguro que habéis notado que, hasta ahora, he evitado en este blog toda referencia política, por ligera que fuera. Por eso he pasado por alto la ley antitabaco, los datos del paro, la situación en los países árabes,… Sin embargo, hoy tengo que rozar, siquiera, esta vertiente. Este cambio de reglas no es una ruptura completa con la línea del blog, ya lo veréis. Y, además, está plenamente justificado.

El caso es que estoy enormemente preocupada por la situación de una de mis amigas. Durante unas semanas ha permanecido abducida por un ente que funciona en un universo paralelo y virtual, totalmente alejado de una realidad a la que afirma querer representar. No son zombies, no son extraterrestes y no son aliens. Eso es, sí, lo habéis adivinado: mi amiga ha estado trabajando durante unos meses ¡¡para un sindicato!! Por desgracia para ella esa situación ha terminado, y ahora le toca volver a salir en las noticias cada vez que citen las cifras del paro.

Por medio de esta amiga mía también yo he podido curiosear y conocer de primera mano cómo es un sindicato por dentro. Y la sensación resultante, por buscar una comparación, es como ser catequista y descubrir que el párroco se lo monta en la sacristía con la directora del coro. Pero vayamos por partes.

Por no sé qué examen que hizo unos meses atrás, recibió una llamada para contratarla durante unos meses en un organismo perteneciente a un sindicato. Como suele pasar cuando alguien lleva desempleado varios meses, la noticia llenó de alegría a mi amiga. Pese a ser un contrato tan corto, tres meses, sospechaba la posibilidad de quedarse algún tiempo, siempre que lo hiciera bien y respondiera a las expectativas que se hubieran depositado en ella. Así, cargada de ilusión y con sus vaqueros viejos y su jersey de lana modelo Marcelino Camacho (era pleno mes de noviembre) y sin nada de maquillaje (con esa decisión no pude estar de acuerdo en absoluto, pero fue inútil disuadirla) se dirigió a la sede sindical. Su puesto era OPEA, algo como consejera laboral. Quizá el nombre del puesto, OPEA, acabado en A, podría explicar por qué no había ningún hombre ejerciendo el mismo puesto. Ciertamente era algo raro, más que nada en nombre de la paridad entre trabajadorEs y trabajadorAs que tanto cacarean por esos lares.

Sin embargo, lo malo vino después. Resulta que esas chicas OPEA (todas eras chicas, ninguna rozaba los cuarenta) eran tan pijas y tan peperas que parecía que todas vivían en el barrio de Salamanca. Nada de vaqueros, todo eran pantalones sastre con un corte y una caída dignos de Pertegaz; jerseys de lana como el de mi amiga, ni uno, como mucho alguna chaqueta gruesa de Mango; y de las chaquetas de pana tipo “Isidoro” no había ni rastro tampoco. Fue ese mismo día, el primero, cuando mi amiga me llamó con urgencia al móvil pidiéndome ayuda. Y allí me tuve que personar para dejarle mi neceser de maquillaje, mi fular y mis gafas de sol, para amortiguar en lo posible su desatino al elegir su look este primer día. La verdad, según pude constatar al llevarle este “botiquín de primeros auxilios” es que esas chicas iban monísimas, perfectamente podían ser azafatas de Iberia (para ser de Ryanair le faltaban otro tipo de atributos, según demuestran los calendarios “solidarios” de esa compañía aérea).

Los acontecimientos se desarrollaron a ritmo de vértigo, dado el poco tiempo que iba a durar la estancia de mi amiga en el sindicato. Sus esperanzas de ver prolongado su contrato se vinieron abajo rápidamente al descubrir que el motivo del mismo no era otro que el de justificar una de las muchas subvenciones que había recibido esa entidad. Es decir, el mismo sindicato que públicamente alardea de luchar por la calidad del empleo en España, estaba contratando gente temporalmente por el simple motivo de quedarse con dinero público. Esa actitud puede calificarse de muchas formas, pero no de sindical.

En esas semanas mi amiga también pudo descubrir cómo las OPEAS habían burlado la consigna del sindicato en la pasada huelga general del 29-S alegando excusas absurdas y mintiendo descaradamente para no acudir a las manifestaciones, y el elevado número de personas que estaban sin contrato, o con  pseudocontratos + basura + temporales + renovables + cuando + al + sindicato + le + dé + la + gana.

Con todo, ante ese panorama, mi amiga mantuvo su dignidad y optó por no afiliarse, visto lo que se cocía allí dentro. Es una actitud loable, sobre todo sabiendo lo que era capaz de hacer la gente de allí para mantener sus sueldos. Es que, dicho sea de paso, los salarios del sindicato están, euro arriba o euro abajo, un 40% por encima de la media. Aunque claro, a lOs y lAs compañerOs y compañerAs que están dentro sus condiciones laborales, con jornada de 35 horas semanales, les parecen muy duras y complicadas. ¿Se habrá visto más distancia y alejamiento de la realidad actual del país? Vamos, ni Zapareto con su café de 80 céntimos.

Conclusión: si hasta los que dicen defender a los trabajadores lo único que hacen es aprovecharse de ellos, ¿qué vamos a esperar del resto de nuestra clase política y de los grandes empresarios de España?