viernes, 29 de abril de 2011

Algo más que un nespresso “arriba en el aire”

Ha sido duro este mes de abril para las estrellas del cine, sin duda. A todos nos ha llegado a lo más hondo la enfermedad de Silvia Abascal, elegante presencia de nuestro cine y teatro, y personalidad pública que destaca siempre por su saber estar y su saber hablar (bastante más de lo que se podría decir de muchos otros y muchas otras). Y también hemos tenido noticias de la valentía de Catherine Zeta-Jones al hablar de la ayuda médica que está necesitando para no perder el rumbo.
No sé si influida por estas noticias de forma consciente o inconsciente, el caso es que ya iba teniendo ganas de encontrar una buena razón para dedicar una entrada del blog a George Clooney (primera confesión: sí, me resulta enormemente atractivo, pese a que haya adelgazado demasiado en los últimos años). Esa razón para aludir al señor Clooney la he encontrado viendo una de sus últimas películas (segunda confesión: no, no estoy totalmente actualizada en cuanto a cine; es más, intento llevar cierto desfase con respecto a los estrenos cinematográficos para estar segura de que quiero ver lo que voy a ver, no lo que me empujan a que vea).
El caso es que estos últimos días de vacaciones, con menos prisas y obligaciones de lo habitual, me senté a ver “Up in the air”, que Jason Reitman dirigió en 2009, y que se hizo, justamente, con el Oscar al mejor guión. Como este blog pretende estar abierto a varios temas, lo habéis podido ir observando, intento comentar las películas que más me atraen, sin caer en la crítica cinematográfica pura, no es ésa mi intención. Pero sí quiero dejar claro que con bastante frecuencia nos encontramos con obras de gran altura y que, por lo tanto no comparto esa denuncia contra el cine actual cuando se le acusa de estar dirigido sólo a adolescentes, ni por ser un cine de consumo fácil.
De “Up in the air” se pueden decir muchas cosas, y seguro que la mayoría ya se han comentado. Evidentemente se habrá elogiado el guión, por las muchas perspectivas que nos ofrece. Una de ellas se centra en la situación laboral actual, que nos ha empujado a todos a saber el significado de lo que es un ERE, a calcular el tiempo de subsidio de desempleo que nos correspondería en caso de ser despedidos,… Las escenas que recrean los despidos de los trabajadores son tan realistas y están tan bien estructuradas que la película, en esas secuencias parece más próxima a un documental que a una ficción.
Ese efecto de documental desaparece rápidamente para dar paso a algo así como un videoclip cada vez que Ryan Bingham, el personaje de Clooney, como si de una coreografía se tratara, se dispone a preparar los viajes en avión que requiere su trabajo. Esta riqueza y variedad de ritmos en los movimientos de cámara me parecen uno de los hallazgos de la película. El guión, sin el complemento de estos encuadres y enfoques tan singulares, quedaría bastante incompleto.
Con todo, en una película tan audaz y tan libre, lo que más me ha sorprendido es el mensaje que nos lanza el director sobre conceptos emblemáticos y universales como la pareja y la familia. Gran parte de la existencia de Ryan Bingham transcurre en los aeropuertos y aviones (magistral la escena y el diálogo en el que dos de los personajes principales, mientras esperan un vuelo, comparan su estatus según la cantidad y exclusividad de las tarjetas – no postales precisamente - que poseen), metáfora perfecta de su modo de vida: vivir a kilómetros de distancia, por encima de todo lo que signifique una atadura, una posesión y una relación personal mínimamente estable. Hasta que conoce a un personaje, interpretado por Vera Farmiga, que comparte con él esa filosofía de la vida. Es entonces, al encontrar a esta persona, cuando Ryan parece animado a dar el paso definitivo que le haga descender de su posición “up in the air” (en parte obligado por las circunstancias) para pasar a vivir de una manera más convencional. Paradójicamente no le será posible reinsertarse en una existencia cotidiana, y aquí es donde el director nos muestra que el concepto de relación liberal y sin ataduras que ha perseguido Ryan no es real: su nueva pareja es, en realidad, una esposa moderna que trabaja y una madre feliz con su vida familiar, con una existencia en la que Ryan ha sido, tan sólo, una evasión temporal y paralela.
De nuevo nos encontramos con alguien que nos refresca la memoria y nos hace recordar que no, que todo no es válido, que hay unos principios y unas convicciones que mantener en medio de un mundo relativizado en el que parece que todo es aceptable. Será que, como Catherine Zeta-Jones, necesitamos que alguien nos guíe para no perder el norte.
¡Ah! Si no la habéis visto, no os perdáis “Up in the air".

miércoles, 20 de abril de 2011

Joumana y Rania, dos mujeres con las ideas muy claras

No pretendo dármelas de intelectual citando a una escritora minoritaria, como a todas luces es Joumana Haddad. Tampoco voy a mentir diciendo que he leído todos sus libros y artículos periodísticos (vamos, que ni uno). Mantengo, eso sí, la intención de hacerme con alguno de ellos. ¿Por qué? Pues porque en pleno siglo XXI ser mujer sigue siendo una carga muy pesada de llevar en muchos países. No es algo nuevo, lo sé. Pero sí lo es la forma tan gráfica e inteligente que ha tenido de expresarlo en una entrevista esta libanesa: “Ser mujer en el mundo árabe es hacer una declaración de guerra”. Y no es sólo esta frase con la que muestra su fuerte personalidad, sino que nos deja perlas como “Una mujer tiene que ser independiente económicamente para ser libre”, “La provocación es el precio a pagar por ir contra corriente” o "En el mundo árabe no puedes decir lo que piensas ni vivir lo que dices". Casi nada. Son pensamientos que algunas ya intuíamos, pero que nunca viene mal que alguien nos recuerde.
Estas últimas semanas, además, la mujer del mundo árabe ha estado de actualidad por diversas noticias. Por un lado, en Francia ha entrado en vigor la ley por la que se impone multas a las mujeres que se vistan con el burka. Ya era hora de que algún país se atreviera a dar un paso así. Aunque como indica Joumana Haddad la mejor manera de terminar con esa costumbre machista y aprisionadora sería que se impusiera el burka a los hombres durante solamente un mes. Veríamos entonces como la prohibición de llevarlo no tenía que partir de una nación occidental, sino que los mismos hombres árabes tendrían esa iniciativa.
Por otro lado, más frívolo si se quiere, la imagen de Letizia y de Rania de Jordania ha sustituido este año a la de la Princesa de Asturias y Carla Bruni del 2009. El caso de Letizia, salvo su preocupante y extrema delgadez, implica más bien poco, no tiene más alcance y, por lo tanto, no le concedo más líneas en esta entrada del blog. Sin embargo, el de Rania, impresiona. Impresiona que la reina de un país árabe mantenga durante tanto tiempo una imagen moderna y actual, completamente alejada del estereotipo musulmán. Su forma de moverse, su vestuario, su independiente agenda, sus viajes… todo en ella indica que está luchando por representar a la mujer de su país y de su entorno en igualdad de condiciones, que la imposición infame que predica el mundo árabe contra la mujer tiene que dejar de escudarse en la cultura y en la tradición. Ante una personalidad como la suya no debe haber nada más que respeto y admiración porque está demostrando en cada aparición pública que sí es posible luchar contra el destino, dejando a un lado el estado de víctima.
Aludiendo al mundo árabe, se hace inevitable echar un vistazo a nuestro propio entorno. Guste más o menos, Europa está asentada sobre la base del Cristianismo como religión. La diferencia entre el Cristianismo y el Islam es que el Cristianismo está pasando/ha pasado de religión a elemento cultural. Y es ese mismo Cristianismo que, querámoslo o no, está perdiendo vigencia, el que nos permite colocarlo en un segundo, tercer o cuarto plano. Llevar a cabo esa misma transición con la religión musulmana parece, hoy por hoy, totalmente inviable.
Podemos hallar a quienes justifican cada uno de los atropellos que se cometen en nombre de la religión. Unos, los crímenes de la religión católica y su inmovilismo; otros, la dictadura del pensamiento con la excusa de la tradición y la diferencia cultural. Para todos ellos, también para vosotros, me gustaría rescatar otra cita de la entrevista a Joumana Haddad con la que abría esta entrada del blog: “Uno no puede elegir la libertad de no ser libre”. En este momento en el que nos creemos obligados a aceptar todo porque todo es relativo, me alegra enormemente saber que aún hay quien nos recuerda que no, que no hay que respetar todas las ideas porque no todas las ideas son respetables. Y no ser libre es una de esas ideas que no debemos elegir bajo ningún concepto, por la sencilla razón de que no ser libre no es una idea que merezca nuestro respeto y, por lo tanto, no es una opción válida.


viernes, 8 de abril de 2011

Una morena y una rubia: “la Loli” y “la Mamen”

Siento mucho volver a incidir sobre una rubia (os aseguro que esta repetición no es producto de un trauma de adolescencia, y que ninguna rubia me robó un novio en mis años universitarios), aunque en este caso vaya acompañada de una morena de similar calibre, por eso de nivelar la balanza.
Un día sí y otro también escuchamos en los medios de comunicación el poco nivel que tiene nuestro país: que si el bajo nivel académico comparativo de los estudiantes españoles, que si la fragilidad mal encubierta de nuestro sistema financiero, que si la escasa competitividad de la economía española, que si la ineficacia del presidente del gobierno, que si la inacción del jefe de la oposición,… Y ahora, además, nos encontramos con estas dos energúmenas como fuente de noticias. Y la verdad es que las dos señoras, “la Loli” (= María Dolores de Cospedal) y “la Mamen” (= Carmen Chacón) no elevan, precisamente, la imagen ni la valoración de la mujer hispana.
Salvo el hecho de que una se suele sentar más a la derecha y la otra más a la izquierda, la realidad es que estas dos mujeres comparten algo más que el casticismo de los nombres con los que las bautizaron. Lo más obvio es que las dos se están repartiendo parte del protagonismo que están generando las elecciones próximas: una porque puede convertirse en presidenta de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha el próximo 22 de mayo (lo que añadiría un salario más a la larga lista de ingresos mensuales que acumula y que, oportunamente, fue sacada a la luz por la prensa); y la otra porque, con bastante moral, aspira a ser la primera candidata a la jefatura del gobierno en caso de imponerse en unas primarias internas.
Y, viéndolas a las dos, me pregunto yo si en sus respectivos partidos no podrían haber buscado y encontrado a otras dos mujeres para estas funciones. Otras mujeres que demostraran que les corre sangre por las venas, porque las venas y arterias de estas dos pavisosas seguro que están escasísimas de glóbulos tanto rojos como blancos, que en cuestiones de sangre no hay ideologías. En el partido de “la Loli” es obvio que hay señoras con más arranque y más cuajo; en el de “la Mamen”, la verdad, han explotado tanto lo de la paridad que pueden haber quemado su tristísima cantera femenina.
Comparativamente estas dos féminas se parecen en algunas características más. La que más me llama la atención cada vez que las veo es su apariencia monjil: sus gestos, su tono monocorde y falto de emoción, su tez pálida… todo en ellas me lleva a imaginarlas, sin esfuerzo alguno, como protagonistas de “Canción de Cuna” o “La herida luminosa” de José Luis Garci. Puede que ese carácter religioso se acentúe por el vestuario de las dos. Si pudiéramos intercambiar los trajes que lucen (“lucir” es un decir, porque hasta Camilla Parker en chándal transmite más carácter que cualquiera de éstas dos) la verdad es que ni nos daríamos cuenta, tal es la impersonalidad de la que hacen gala en cada una de sus apariciones públicas.
¡Y qué decir de su discurso y de su facilidad de palabra! Cuando no les falla la dicción, dudan al hablar y rectifican constantemente; o si no, arropan sus aseveraciones con un convencimiento más propio de Pocoyó que de supuestas políticas de primera fila. Del papel que han desempeñado en la gestión de las tareas que han llevado a cabo tampoco vamos a comentar mucho. Sobre todo de esa ministra de Defensa de la que se oyó hablar más cuando rompió el protocolo por su indumentaria en una ceremonia militar (¡¡qué barbaridad, qué audaz eres, Mamen!!) que cuando se lía la que se ha liado en Libia.
Pues eso, que en España hay muchas mujeres mejor preparadas y más carismáticas que estas dos niñas bien metidas a políticas. Será cuestión de no mirar ni a derecha ni a izquierda para encontrar esas otras posibilidades, ¿a que sí?