miércoles, 29 de febrero de 2012

Os recomiendo un libro

Me da a mí que ser danés y apellidarse Hoeg, escrito con una O cortada por la mitad (que ni me voy a molestar en buscar en mi teclado), ese símbolo que para mí aún hoy equivale a "conjunto vacío", no debe de ayudar mucho a hacerse uno un hueco en el complicado mundo de la narrativa actual. De ahí que, si has nacido marcado con tan graves inconvenientes, no te quede otra que esmerarte en tus escritos. Y si además les pones un título llamativo y original puede que todavía tengas algo que hacer y logres despuntar como autor.
Hace varios años cayó en mis manos (regalo de mi amiga, de la que os hablé en una de las primeras entradas del blog, la que compra, regala y lee libros) una estupenda novela con el sugerente título de "La señorita Smila y su especial percepción de la nieve". Recuerdo que me gustó mucho, por la forma en la que estaba escrita  y porque presentaba a una protagonista totalmente atípica. Fue tal mi entusiasmo que incluso fui al cine para ver la simplista aunque correcta versión cinematográfica, dirigida pocos años después por Bille August.
Pues bien, unos cuantos días atrás fui a la biblioteca para buscar unas películas y algún libro. Colocado en las mesas de novedades, con enormes letras blancas sobre un fondo azul, surgió el nombre de Peter Hoeg, y otro llamativo título para una novela: "Los niños de los cuidadores de elefantes". Y me hice con él. Los personajes que presenta y las situaciones en las que se desenvuelven os van a llevar a un lugar diferente, a una narración con un sentido del humor elegante y "fino" (no he podido resistir el juego de palabras relacionado con la novela, claro), absurdo hasta cierto punto y, con total seguridad, distinto de lo que se suele leer, totalmente alejado de las historias sensibleras de Moccia que por desgracia y con casi total seguridad, triunfará de nuevo en las listas de ventas. Siendo vecino de Stieg Larsson, os aseguro que Hoeg sí sabe escribir, y que se sitúa en un plano que por momentos puede recordar al karma de David Safier, pero con más peso. Vamos, que os lo recomiendo sin ninguna duda.

jueves, 16 de febrero de 2012

Step by step

 
El 14 de febrero, como tantas otras fechas universales pre-establecidas, no va conmigo. ¿El cambio de imagen radical+"operacional" de Fernández de la Vega? Bueno, la verdad es que podría dar para escribir unas cuantas líneas. La reforma laboral, como una reconoce sus limitadas capacidades, prefiero dejarla para los análisis más concienzudos y profundos de Solera y Encinar. El caso es que, entre unas situaciones y otras, se me iba pasando el mes de febrero sin escribir nada en mi blog.
Sin embargo, por desgracia, ha llegado uno de los hechos que no puedo dejar pasar. Quizá sea algo friki para algunos, pero lo cierto es que la desaparición de Whitney Houston me ha producido una profunda emoción. Sus canciones y sus películas nos han acompañado durante bastante tiempo a quienes hemos rebasado la psicológicamente aterradora barrera de los 30. Y sí, reconozco que en mi adolescencia fui al cine a ver "El guardaespaldas", esa malísima película con una de las parejas más atractivas y con menos química de la historia del cine. Y sí, reconozco que me compré su banda sonora. Y también que canto en la ducha, como malamente puedo, ese "I will always love you". Y, evidentemente, que la voz de Whitney, limpia y transparente como pocas, no tiene igual ni en Mariah, ni en Celine ni en Adele. Ninguna suena como Whitney.
En la cocina de mi casa tengo un viejo radiocasete que todavía funciona. Sí, habéis leído bien, un radiocasete. Funciona bastante aceptablemente aún y, dado su estado, no me preocupa lo más mínimo si le salpica mi excelente sofrito o le alcanza la mostaza al abrir el sobrecito. Podéis intuir, pues, que también conservo, aunque guardadas de mala manera en cajas superfashion de Ikea, las cintas (¡¡musicasetes!!) de la época. Por eso siempre tengo en la cocina algunas de mis cintas para escucharlas cuando no me interesa lo que dicen en la radio. De esta manera, casi como Cate Blanchet en "Bandits", puedo cantar y bailar entre pucheros. Y las cintas que tengo ahora seleccionadas para escuchar allí son "Entre el cielo y el suelo" de Mecano, "True blue" de Madonna y "I'm your baby tonight" de Whitney Houston (por cierto, he logrado cierto grado de perfección en la interpretación y coreografía del temazo “My name is not Susan”). Un viaje a la nostalgia y al pasado, como podéis comprobar, sin los miedos que parece tenerle Pilar Rubio a la prehistoria personal.
El bombardeo de imágenes y noticias sobre la muerte de Whitney Houston me ha empujado a sacar, ya en CD, otras de sus canciones, como la banda sonora de “The Preacher´s Wife” (otra fallida película, con Denzel Washington en esta ocasión) en la que hay un tema firmado por Annie Lennox titulado “STEP BY STEP”. Es triste escucharlo ahora, visto lo visto, prestando atención a su letra. Estos días he sido testigo de comentarios sobre esta noticia (no en la televisión ni en la radio, sino en boca de amigos y conocidos de mi círculo) que me han dolido un poco porque junto a la expresión de tristeza por su muerte añadían una connotación de “ella se lo buscó”. Es increíble lo fácil que nos resulta situarnos por encima de los demás, pensar que a nosotros nunca nos va a pasar lo que a los otros porque pensamos que tenemos el control absoluto sobre nuestras vidas. Pues, siento decíroslo amigos, eso no es así. Hubo una época en la que Whitney era la número uno y una de las mejores (eso lo seguirá siendo para siempre). Hubo un tiempo en el que se atrevía a cantar “I won´t let my spirit fail me, I won´t let my spirit go until I get to my destination, … don´t let the bad things get to you”. Sin embargo después llegó otro tiempo, y “the bad things” la alcanzaron y la arrastraron. Lo que hizo, de acuerdo, no es lo correcto. Pero ¿podemos ponernos a salvo de la fragilidad? ¿podemos evitar que el corazón nos lleve a determinados sitios? Tengamos todos cuidado, no vaya a ser que finalmente nuestros juicios de valor y las piedras que arrojamos tan alegremente nos alcancen de lleno a nosotros mismos.