martes, 15 de mayo de 2012

La blanca es la culpable

Se me va el mes, estoy viendo que se me va el mes, y no acabo de encontrar un rato para sentarme a escribir. Lo cierto es que mayo está resultando más complicado de lo que cabía esperar. Está habiendo una serie de acontecimientos notables que están coincidiendo estas últimas semanas, como la llegada de los exámanes, la celebración de las comuniones, las  compras extra que implican esas comuniones o el cambio de ubicación de la ropa de temporada. Y, al mismo tiempo, debemos seguir el ritmo de los quehaceres más cotidianos, como hacer la compra, planchar, poner la lavadora, cocinar,...
El problema es cuando tienes que elegir entre dedicar tus energías a un acontecimiento notable ( =compras) o a un quehacer cotidiano (= la compra). Evidente, y también erróneamente, al verme en esa disyuntiva, elegí el acontecimiento cotidiano. Error. ¿Consecuencia? Pues que me encontré descubriendo que mi nevera estaba vacía justo antes de ir prepararme el almuerzo para llevar al trabajo. Y así, sin más opciones, salí disparada hacia una empresa que tenía que visitar en una zona no tan alejada como desconocida para mí. El conflicto se presentó a la hora de comer, claro. Y, vistas las opciones que había por esos lares, decidí entrar en un súper para hacerme con una ensaladilla y un algo más. Allí estaba yo, intentando elegir entre la provenzal o la italiana con jamón, cuando me asaltó el descubrimiento. Para asegurarme de que era real y que no se trataba de una ensoñación me dirigí rápidamente a la sección de los yogures con el convencimiento de que, si no estaba allí, era seguro que no existía. Efectivamente, no estaba, por increíble que resultara.
Con cierto pánico me dirigí a una de las chicas del súper y le pregunté con pretendida ingenuidad: "Perdona, pero ¿vosotros no tenéis marca blanca? Es que no he visto ningún producto...". No me dio tiempo a terminar cuando la señora (de cerca resultaba más acertado denominarla "señora" que "chica") me explicó, con bastante orgullo, que su cadena de supermercados, aunque menos poderosa que otras, apostaba por las marcas porque una marca "garantiza la calidad y el mantemiento de los puestos de trabajo". Asentí sin acertar a cerrar la boca completamente y volví sobre mis pasos para, finalmente, optar por la ensaladilla provenzal.
Después recordé que hace un tiempo, no tanto, hubo en televisión una campaña de promoción de las marcas "de toda la vida". Y fue cuando me asaltó la duda final: ¿quién fabrica las marcas blancas? Resulta que las marcas conocidas, según la señora del súper, garantizan los puestos de trabajo. De ahí se deduce que las marcas blancas no los garantizan. Debe de ser entonces, por lógica consecuencia, que las marcas blancas se fabrican solas, sin que ningún trabajador tenga nada que hacer a lo largo de su proceso de recolección, envasado, fabricación,... Así que, en conclusión, las marcas blancas deben de ser muy malas, malas malísimas. Y, si me apuran, apuesto a que son las responsables últimas del aumento del desempleo en España. ¿A que sí?

martes, 1 de mayo de 2012

Algo ligerito para desengrasar: ¿Número Uno?

No, no se trata del plato combinado número uno de esos restaurantes turísticos de los que a veces echamos mano cuando salimos de escapada un fin de semana. Lo que ocurre es que, mirando las últimas entradas que he escrito en el blog, me he dado cuenta de que puede me haya puesto demasiado trascendental. Teniendo en cuenta la que está cayendo, la verdad, no me quedaba otra. Y aún se me han enganchado en el tintero la Evita-Bótox Kirchner y el Evito Morales, sacando los pies del tiesto los dos.
Pero ya esta bien, vamos a cambiar un poco de tercio. Y es que, aprovechando que hoy es día festivo y que a las manifestaciones del primero de mayo parece que ya no van ni los sindicalistas, ayer me permití el lujo de trasnochar. Lo más apetecible habría sido trasnochar como hay que hacerlo, saliendo por ahí. Pero no, mi catarro primaveral me había dejado con bastante mal cuerpo y decidí tumbarme en el sofá con mi descafeinado caliente y ver... "El número uno", el programa de Antena 3.
Lo cierto es que desde el "Operación Triunfo" de Bisbal, Chenoa y compañía no he vuelto a ver ningún programa de "talentos". Sé que rondan o han rondado por ahí "Fama", "Tú sí que vales", "Supermodelo",... pero no he visto ni una entrega de esos programas. De "Número Uno" sí, quizá por haber anunciado la presencia de Ana Torroja y Miguel Bosé, que siempre son garantía. Y gracias a ellos he descubierto a Natalia Jiménez, de la que siempre me ha gustado su forma de cantar, pero de la que desconocía su lado pasota y cómico, porque la chica se gasta un buen humor tan enorme como los pendientes que suele llevar. El caso es que vi el primer programa de "Número Uno" hace varias semanas y me gustó (los Vázquez, tanto Paula como Javier, la verdad es que le dan vida a todos los programas que tocan: me alegro mucho de que se haya recuperado a Paula para la televisión, tiene un saber estar y saber hacer que ya quisieran otras).
Ayer me di cuenta de que muchos de los concursantes ya no están. Pero para mi desesperación estaba allí una niña de trece años, creo que dijeron, que cantó mal en el primer programa que había visto y que volvió a cantar mal ayer. No me explico, la verdad, cómo ha durado tanto tiempo. Para colmo, en el "duelo" con el abuelete del concurso a la pobre chica no se le ocurrió otra cosa que cantar una nana... vamos, lo más indicado para demostrar las dotes cantoras de cualquiera que se esté jugando la continuidad en un concurso. La niña es graciosa, por la inocencia y todo ese rollo, pero cantó mal las dos veces que la vi, y me juego lo que sea a que ha sido así cada semana. Mi desacuerdo con Bosé y Bustamante es total, porque defendían a la chica debido a su fragilidad y lo tierno de su infancia (incluso Miguel Bosé, en un arranque de tontería, dijo que quería que siguiera porque "yo también soy padre"). Mucho más cabales me parecieron las tres señoras del jurado, aunque Ana Torroja se pasó tres pueblos con el cuajo de llanto que le dio. Más racionales y sensatas fueron Natalia Jiménez, a la que no le tembló la voz al decir que el señor mayor había cantado mejor, y Mónica Naranjo (circunstancialmente en el programa de ayer, y que no pudo evitar montar su numerito pidiendo perdón a la niña por la decisión que tómó).
Pero lo de la niña fue sólo el final. El programa me gustó porque Paula Vázquez le da ritmo y porque hubo actuaciones memorables, como la de un tal Cayuela (con ese apellido, no sé por qué, sí me he quedado), el tío con más capacidad y estilo de los que desfilan por el programa. Ojalá se quede como Número Uno.

jueves, 26 de abril de 2012

Eso no se toca

En los últimos tiempos nos estamos acostumbrando a escuchar tal cantidad de cifras desorbitadas que resulta extraño que no nos mareemos con la de miles de millones de euros que nos rodean. Lo que se despilfarró en las legislaturas anteriores es de infarto, sí; pero si sumamos todo lo que estamos ahorrando según el nuevo gobierno, la verdad es que ya debemos de haber recuperado una gran parte. A los ministros, la verdad, es que se le llena la boca con todos los ceros que acompañan a sus cifras de ahorro con todas las medidas que están imponiendo.
El ajuste que estamos esperando aún es el de TVE, que también es un agujero sin fondo. No creo que nade pueda estar de acuerdo con el salario de Anne Igartiburu que, a pesar de llevar quince años haciendo y diciendo lo mismo a la misma hora, continúa trabándose y equivocándose como el primer día; o con los salarios publicados de Mariló Montero, pobre, quejándose porque le han rebajado el sueldo un 40% (no se dará cuenta de que el 60% de muchísimo sigue siendo mucho); por no hablar del contrato de José Mota, que maldita la gracia que tienen ni él ni su salario (sí, lo confieso, soy de las pocas personas que no soportan ese tipo de humor, ¡¡qué le voy a hacer!!). La conclusión es que estamos pagando millonadas a mucha gente que  hace algo que no vale tanto; claro, que lo que no sabemos es lo que estamos pagando a muchos otros sin hacer nada. En fin.
Pagar todo este dinero en una televisión pública es un contrasentido. Pero estamos en España, y el contrasentido debería formar parte de nuestra definición. Por un lado hemos mantenido ese nivel retributivo y, a la vez, quitamos la publicidad de TVE. Proclamaron a los cuatro vientos la falta de publicidad en TVE, pero silencian que siguen manteniendo los cortes casi en la misma proporción: lo único que cambia es que en lugar de anunciarte el Ariel que lava más blanco y el Seat que esquiva obstáculos en la carretera ahora resulta que nos tenemos que tragar cada vez el autobombo y la autopromoción que hace de sí misma La Primera o La Uno o como narices se llame ahora. Supongo que alguien se habrá llevado algo por conseguir que las privadas incrementen su nivel de publicidad.
Ojalá ajusten de una vez la televisiones públicas, tanto nacional como autonómicas. No creo que por este recorte vaya a haber muchas movilizaciones sociales (¿os imagináis a Igartiburu, Montero y Mota acampando en Sol?), más bien la audiencia celebrará un poco de sentido común. Señores ministros, diferencien ustedes de una vez de dónde hay que recortar, y qué resulta esencial y básico para los ciudadanos: de la televisión, los sindicatos, la patronal, los sueldos públicos, la administración,... de ahí sí. Pero el transporte, la educación, la sanidad y los servidios sociales no se tocan.

jueves, 19 de abril de 2012

Nos sobran los motivos, Majestad

Bastante me ha costado aceptar y admitir su anacrónica presencia como para, a estas alturas, tener que disculpar sus comportamientos. Además no me trago en absoluto que la petición de disculpas fuera sincera ni medianamente sentida. Seguro que si analizamos el contexto consigo que quien lea estas líneas esté de acuerdo conmigo: a la salida de la clínica privada donde ha sido tratado, casi sin escuchar la primera pregunta que le hace el periodista del único medio de comunicación al que se dignó atender, suelta de memoria la frase que alguien le ha dicho que tiene que pronunciar. Y luego, a salir corriendo por el garaje, como otro que yo me sé. Vamos, que si se empeña el personal va a poner de moda el "garajing", esa forma de abandonar los lugares públicos.
En realidad es que no sé por qué exactamente ha pedido perdón Su Majestad. ¿Se dirigía a la familia del elefante al que iba a cazar? ¿Se dirigía a Sofía, su esposa, por tener a la tal Corinna o a Paloma o a Bárbara, en el lugar preferente? ¿O se dirigía a los españoles en general, porque la situación de una de sus hijas es muy comprometida (por decirlo suavemente) y porque las acusaciones contra su yerno van incluso salpicándole a él mismo? ¿O por haber educado a su hija mayor de forma que ha caído en la terrible adicción al trabajo que le ha impedido conocer las críticas levantadas por los últimos comportamientos de su familia? ¿O quizá por permitir que su nieto, obvinando los fantasmas y recuerdos familiares, permanezca tan peligrosamente cerca de las armas?
Sería conveniente que, en lugar de pronunciar una disculpa de corrido, el Rey hubiera especificado a qué se refería porque, la verdad, últimamente nos sobran los motivos.


miércoles, 11 de abril de 2012

¡Este tío no se entera de "ná"!

Tengo que confesar que este señor nunca me ha gustado, ni antes ni ahora. No me gusta su forma de hablar (se deba a lo que se deba, es que no me gusta nada), no me gusta su barba, ni sus gafas, ni que sea tan aficionado a Teledeporte, ni tampoco su manera de expresarse (cuando lo hace, porque a veces sale a escondidas por la puerta de atrás). Mal estábamos antes de noviembre del año pasado, pero ahora mejor no estamos tampoco.
La pérdida de popularidad y credibilidad de ZP fue bastante más lenta y progresiva, pero la pendiente por la que está cayendo Rajoy empieza a ser demasiado pronunciada como para poder remontar. Mi visión sobre él es bastante negativa, como podéis ver; pero es que, me parece, esta opinión está bastante generalizada. Al poco atractivo que despiertan su persona y su escasa personalidad, se une la serie de medidas que está tomando y que parecen no gustar a nadie. Ni siquiera a Merkel o a Sarkozy: la primera es como si no se las creyera, y el segundo está más ocupado ahora con su campaña y sólo habla de España para referirse a la etapa socialista, sin valorar el momento actual. Los que no nos las creemos, para nada, somos los españoles, danmificados por aumento de todo tipo de impuestos y por los precios desorbitados de la gasolina y la electricidad (mientras bancos, eléctricas y petroleras ganan a manos llenas), y cabreados porque no se recorta de lo que hay que recortar.
Tan desorientado y perdido parecen estar Rajoy y su séquito, que incluso hace pocos días una de las personas con más criterio dentro de su mismo partido tuvo que recordarle lo que se puede hacer para mejorar la situación, porque los verdaderos problemas no se atajan con una vergonzosa amnistía fiscal sino eliminando subvenciones a sindicatos, patronal y partidos políticos (aunque la mismísima Elena Valenciano se vea obligada a pasar la mopa a la sede de Ferraz, vista la situación financiera de los suyos) y rediseñando la organización territorial del Estado para eliminar esos gastos que en el caso de España se multiplican por diecisiete (bueno, por diecisiete coma cinco, no podemos olvidar a las "ciudades autónomas"). La respuesta de este lince de la política no se ha hecho esperar: ni se lo está planteando. No me extraña, estás en la inopia y ya pareces vecino del supervisor de nubes. Y yo que pensaba que querías la mayoría absoluta para tener libertad de movimientos y hacer algo... En fin, que más te vale que te vayas planteando la política de comunicación de tu gabinete, la elección de tus ministros y las medidas que adoptas, porque vas a despeñarte más rápido que tu precedesor. Y Alfredo, siguiendo tu ejemplo, no tendrá que hacer mucho (sólo lo que ya está haciendo, alborotar la calle) para volver a tomar el poder. Tiempo al tiempo. Lo más triste de todo será que te lo tienes merecido y te lo estás ganando a pulso.

miércoles, 4 de abril de 2012

La Victoria de la arruga

Mi portal de correo eléctronico personal tiene, como casi todos, una sección en la que aparecen noticias diferentes que van rotando a lo largo del día. Algunas de ellas, la verdad, provocan cierta vergüenza ajena y ponen en tela de juicio la falta de ídem de que hace gala el ¿periodista? encargado de seleccionarlas. Podemos encontrar artículos que van desde los últimos resultados electorales hasta la explicación científica de por qué los pingüinos no vuelan, pasando por una guía de consejos útiles para no perder la educación durante el primer encuentro sexual con un/a desconocido/a.
Una de las últimas noticias que he encontrado de esta forma se refiere a Cate Blanchet, la estupenda actriz australiana. Le tengo especial aprecio porque, en un momento de mi vida, me sentí muy identificada con el personaje que interpreta en la película "Bandits", dirigida en 2001 por Barry Levison. Por eso le presto especial atención. Y por eso también me gustó esta noticia sobre ella: aparecía como portada en una revista internacional, sin utilizar ningún tipo de trucaje fotográfico ni photoshop. Realmente lucía maravillosa, porque tiene una edad, 42 años, que resulta maravillosa para una mujer. Lo que resulta sorprendente es que hoy día se convierta en noticia que una estrella de su categoría pase de esos engaños de la imagen y sea capaz de posar con sus arrugas, sus "líneas de expresión" y las secuelas de haber tenido tres hijos en vientre propio (no la solución que buscan personajes como Beyoncé o Sarah Jessica Parker, alquilando el cuerpo de otra persona ¡¡para evitar que el embarazo les deje secuelas!!).
Distinta completamente es la actitud de Victoria Abril. Hace pocas samanas se presentó en un acto social con un aspecto rejuvenido milagrosamente, algo así como la cura de sueño que María Teresa Fernández de la Vega alega como justificante de su cambio de imagen. Hasta ahí nada que objetar, podemos estar de acuerdo o no, pero no podemos objetar nada contra la elección de cada uno. Sin embargo, hace pocos días, en la promoción de su última película, Victoria Abril realizó unas declaraciones muy directas contra la cirugía y el afán, inútil al fin y al cabo, de mantener eternamente la juventud. Eso ya sí resulta incoherente, visto su caso.
El ejemplo de grandes estrellas como Charlize Theron, Carmen Maura, Meryl Streep, Tea Leoni o la mismísima Julia Roberts tendría que cundir bastante más. Todas ellas, con sus diferentes edades, mantienen un atractivo indudable y real, acorde con su tiempo. Y todas ellas, y supongo que no les resultará fácil decidirlo, han renunciado (¡por ahora!) al bisturí, al bótox (al menos al bótox exagerado) y a los artificios extremos. Y resultan mucho más interesantes que las obsesionadas Nicole Kidman, Marta Sánchez, Demi Moore, Paloma San Basilio, Ana Obregón o Alaska, tan artificiales todas ellas y tan retocadas (aunque, eso sí, algunas mejor que otras, porque el estropicio que acaba de cometer Michelle Pfeiffer contra sí misma no tiene parangón). Vamos, que sin duda valoro mucho más y me apunto al esfuerzo que requiere el gimnasio dos veces por semana, mis cremitas, mi quincenal ingesta de líquidos y demás métodos naturales para intentar conservarme a mí misma y a mi salud, tanto física como psíquica. En definitiva, que en mi caso tengo más que asumido que la victoria final será de la arruga... ¡y no pasa nada!

miércoles, 28 de marzo de 2012

Hamburger University

Primero fue un periódico nacional, al menos en su edición digital, el que se hizo eco de la información. Y después ya apareció en los distintos periódicos gratuitos, acentuando el lado más impactante de la información: muchos trabajadores de empresas de limpieza son licenciados universitarios. La noticia en sí es sorprendente, cuanto menos. Pero más extraña, a mi juicio,fue la reacción de los participantes en el foro del periódico nacional en el que vi la noticia. La mayoría de los comentarios contenían una rabia enorme contra los universitarios, tipo "os creíais algo y ahora estáis limpiando lo que los demás ensuciamos"  y "¿de qué os ha servido estudiar?".
Hay estudios que señalan que en España hay más titulados universitarios de los que se precisan, y puede ser cierto. También es una realidad que ahora cualquier capital de provincia cuenta con una universidad, sin que esté demostrada su calidad ni en la docencia ni en la investigación (haya las universidades que haya, Salamanca siempre seguirá siendo Salamanca), y los resultados en cuanto al nivel académico pueden dejar bastante que desear. Por lo tanto, tener un título universitario ha quedado, en cierta medida, devaluado.
Sin embargo, a pesar de todo, la experiencia de la vida universitaria tiene un valor. No es extraño hoy día el hecho de tener un trabajo que implique menos cualificación de la que una persona ha adquirido, sin llegar a los excesos sensacionalistas de los tituales de prensa que hemos podido leer estos días. Creo que todos conocemos a psicólogos, historiadores, filólogos, titulados en arte,... ejerciciendo labores de administración, en comercio, en hoteles, en agencias de viajes, en supermercados, en hamburgueserías... y también en empresas de limpieza. Y ¿qué? ¿Eso le resta valor a su preparación? Evidentemente no. La preparación, la experiencia o la vivencia que te proporciona el paso por la universidad (aunque hay de todo en todos sitios, claro) va más allá del trabajo que realices por las circunstancias del momento. Un titulado que limpia una oficina lo hará igual que un limpiador que no es titulado. Pero, aún a riesgo de parecer clasista u orgullosa, estoy segura de que el titulado que limpia mantiene una forma de pensar más crítica y su percepción del mundo será más amplia. Es como viajar o no viajar: estás con una persona que ha viajado y vivido en diferentes lugares y puedes sentir o percibir esa diferencia en un no sé qué del que carece quien ha vivido siempre en el mismo lugar. O como leer: tratas con alguien que lee y aprecias un valor añadido que no percibes en quien no lee.
Seguramente será complicado, y más hoy día, que el titulado que trabaja como limpiador o como cajero o como recepcionista alcance un puesto de trabajo acorde con sus estudios. Pero el impulso cualitativo que le ha otorgado su paso por la universidad no habrá quien se lo quite.