martes, 24 de mayo de 2011

Vergüenzas ajenas

Tengo la sensación de que la expresión “vergüenza ajena” se está dejando de utilizar. Quizá sea por esa manía que tenemos actualmente de relativizar todo y del “todo vale”. Sin embargo, en las últimas jornadas he experimentado este sentimiento varias veces. Y tan fuerte y repetida ha sido esa sensación que he decidido plasmar algunos casos en el blog. Estos casos no están ordenados según la intensidad de la vergüenza, ni por orden cronológico. Y no todos están relacionados con la política (aunque bien podría sacar, sin demasiado esfuerzo, una enorme lista de vergüenzas ajenas referidas sólo a la política). Vamos a ellas:
- Me da vergüenza ajena escuchar y leer cómo se queja todo el mundo de lo caros que son los servicios de Movistar y de la manera que tiene esta empresa de tratar a los clientes. Claro, que más vergüenza ajena me da el continuismo de los españoles para arriesgarse a cambiar a otras empresas diferentes porque “les da cosa”.
- Me da vergüenza ajena, casi grima diría yo, escuchar a Pepe Blanco pronunciando términos como “concepto” o “perfecto” eliminando el sonido de la P que debe pronunciarse antes de la T. Ese “conceto” y ese “perfeto” deberían estar prohibidos, y más aún en una persona pública. Es algo completamente “indino”.
- Me ha dado vergüenza ajena la foto de Antonio Banderas subido en los brazos de Pedro Almodóvar en el Festival de Cannes. Bien es cierto que uno está totalmente acabado como actor, y el otro como director hace tiempo que dejó de aportar nada nuevo. Pero un poco de dignidad, por lo menos para que no olvidemos lo que han sido en tiempos pretéritos. Que aprendan un poquito del saber estar y la elegancia de Penélope Cruz, en su recorrido alrededor del mundo para presentar “Piratas del Caribe 4”. Ella sí que es grande.
- Me da vergüenza ajena ver cómo está quedando la Puerta del Sol tras la asentada de los “indignados”. Sé de primera mano que esto no es lo que querían quienes organizaron la concentración del 15-M. Qué degeneración y qué pena que dejen morir así, de hastío y cansancio, este movimiento que pudo haber llegado a significar mucho más.
- Me dio vergüenza ajena la imagen de Carmen Chacón llegando a Ferraz el día 23 de mayo, después de las elecciones, llevando ¡¡dos maxibolsos!!, colgado cada uno de una mano. Parecía que los bolsos en cuestión pesaran toneladas, a juzgar por su cara desganada. Claro, que a lo mejor lo que pesaba no eran los bolsos. En fin, Carmen, bonita, si tuvieras un mínimo de estilo y glamour, en lugar de dos maxibolsos habrías llevado uno sólo en un brazo (¡¡no en la mano!!) y un maletín en la otra. Podrías haber copiado a la Princesa Letizia en su pose más pedante al llegar a la última entrega de los Premios Príncipe de Asturias.
- Me da vergüenza ajena el afán de protagonismo de Álvarez Cascos, fundando su propio partido como pataleta para, en virtud de los resultados electorales, tener que pactar con su ex-partido bajo pena de no conseguir el puestazo con el que soñaba.
- Me da vergüenza ajena que, amigos y conocidos míos, personas sensatas y cultas en su existencia, mantengan en público la defensa de realities como “Supervivientes”, discutiendo si Aída Nízar es repulsiva o Paquirrín podía dar más juego del que está dando.
Mucho me temo que en los próximos meses quizá tenga que recurrir de nuevo al título de esta entrada para volver a reseñar más casos vergonzosos: ¡¡se acerca el verano!!

miércoles, 18 de mayo de 2011

La mirada europea

¡¡Vaya semanitas nos está dando Europa a los españoles (y no hablo de economía)!! Parece que eso de “españolizar Europa” no está dando sus frutos. ¡Si don Miguel de Unamuno y compañía levantaran la cabeza y vieran el resultado de nuestra Lucía Pérez en el Festival de Eurovisión…! El caso es que la galleguiña no lo hizo nada mal: la coreo era aceptable, ella cantó bien, el vestuario iba acorde. Claro, la canción no era una maravilla, pero ¿cuál lo era? Salvo la conclusión de que a los españoles no nos quiere casi nadie en Europa, la verdad es que no sacamos nada nuevo de la experiencia eurovisiva de este año. Y, me temo, tampoco Lucía Pérez va a sacar nada, para qué engañarte, mona: si David Civera está desaparecido del mapa después de su “Dile que la quiero” y sus varias canciones de verano, no pienses que tú vas a durar más de un par de telediarios. Además tampoco ayuda mucho tantísima sonrisa como derrochas, sobre todo  al decir que te sientes una ganadora.
Pero vamos a lo que vamos, que lo de Eurovisión y esta chica era para introducir el temita. Lo que ha dolido a varios en lo más profundo del pundonor y en el centro de su orgullo nacional es el vídeo del programa sueco sobre la actitud de los españoles hacia el trabajo. Nosotros pensábamos que los suecos tenían su gracia, con esos mozos rubios que tanto gustan a algunas por aquí (a mí no, para nada, donde esté la mezcla…) y esas mujeres impresionantes que hacían que se le cayera la baba a Andrés Pajares ligando en tanto bodrio setentero. Además, nos sigue encandilando la música de ABBA, con el subidón que nos provoca aún el “Dancing Queen”, entre muchas otras canciones. Habrá también aún quien recuerde la etapa dorada del tenis sueco, con Björn Borg, Mats Wilander o Stefan Edberg. Y tampoco podemos olvidarnos del exitazo editorial que ha supuesto “Millenium”, de Stieg Larsson: sí, esos tres tochos que forman, cómo no, una trilogía, en la que el libro siguiente está peor escrito que el anterior y además aumenta en progresión geométrica el número de personajes y tramas absurdas que no aportan nada a la novela.
Pues bien, a nuestros hasta ahora amistosos y simpáticos suecos no se les ocurre nada mejor que venir a nuestro país y hacer un reportaje para un programa de televisión en el que ridiculizan la actitud de los españoles en el trabajo: que empezamos muy tarde (como si conocieran a mi ex - compañera  de trabajo, pongamos por nombre Carmen Muñoz), que si nos pasamos la jornada laboral visitando Facebook (o comprando entradas para el cine, o reservando hoteles, como la tal Carmen Muñoz), que si leemos el periódico en nuestro puesto de trabajo (o matamos marcianitos en el ordenador, como hace esa Carmen Muñoz), que si somos unos pelotas y nos quedamos más tiempo en la oficina para que parezca que estamos ocupados (como hace habitual y magistralmente Carmen Muñoz), que si perdemos el tiempo echando la siesta (o levantándonos setenta y tres veces de nuestro puesto en un único día, como hace cierta Carmen Muñoz),…
No sé qué ha dolido más a esa gente que se ha sentido ofendida, si el hecho de que digan falsedades sobre nosotros… o el hecho de que nos conozcan tan bien. La verdad es que me inclino más por lo segundo. En mi caso, sinceramente, no me doy por aludida: mi blog lo escribo desde casa, y siempre fuera del horario laboral. Pero ¿cuántas Cármenes Muñoz (nombre ¿al azar?) hay sueltas/os por ahí, en cada pequeña, mediana y gran empresa?

domingo, 8 de mayo de 2011

"No me compensa trabajar"

No, no se trata de una frase metafórica que refleje el mal ambiente que pueda haber en el trabajo, aunque al leer el título de la entrada muchos de vosotros hayáis pensado que, efectivamente, para lo que hay que ver y oír en la oficina, como que no compensa. Sin embargo no va por ahí la frase, en absoluto. Se trata de una verdad tremenda, de las pocas que se pueden asegurar calculadora en mano. Cuando mi amigo JL me la soltó, así de clara y directa, traté de llevarle la contraria. Pero no pude sostener mis argumentos más allá de diez minutos. Claro, que lo primero que debo hacer es presentaros a mi amigo JL.
Es del grupo de la Universidad. Lo cierto es que no soy de esas personas que mantienen amistad con sus amigas o amigos de la guardería o de parvulitos. ¡Hay gente que sí lo consigue o que los recupera a través de las redes sociales! Debe de ser… apasionante ver una evolución tan completa en el ser humano. En mi caso prefiero ahorrarme algunos pasos intermedios, la verdad. Pues eso, que ni tan siquiera tengo el teléfono o el correo electrónico de nadie del instituto. Ni ganas de buscarlos en el ciberespacio. En realidad, tampoco estoy segura de haber querido conservar esas amistades, me veo más atravesando diversas etapas y, de algunas de ellas, simplemente no queda nadie. Y adelante, a la siguiente. Pero la etapa de la Universidad, quizá por lo que supuso en mi vida, sí me hizo conservar contacto con varias personas y, en algunos casos como en el de JL, amistad verdadera.
Del grupo de amigas y amigos de la Universidad, varios empezamos nuestra vida laboral trabajando en algo que no estaba directamente conectado con los estudios. Después, poco a poco, casi todos sí que nos hemos ido acercando a profesiones vinculadas de alguna forma a lo que habíamos estudiado.
Pero no JL, que empezó con unas prácticas en un periódico local y acabó formando parte de la plantilla de una agencia de información bastante importante. Llegó, incluso, a tener a varias personas a su cargo y alcanzar un puesto intermedio por el que más de un trepa habría vendido su alma… y la de varios compañeros. En cuanto a su vida personal, tampoco le fue mal a JL: su pareja es una persona excepcional (sí, no me cuesta ningún esfuerzo reconocerlo), que ha podido compaginar su trabajo en una empresa privada con la maternidad. Y así han funcionado, como familia feliz en su residencia a las afueras de Madrid, hasta la llegada de la crisis. La crisis, que no sólo ha afectado al sector de la construcción, sino que ha llevado a los periódicos y a la prensa en general a una situación complicada. De ahí que JL también se haya visto en el paro (con sus 45 días por año trabajado, su cotización en regla y todo lo que queramos, pero en el paro). JL, siempre comedido, no cayó ni el pánico de intentar encontrar otro trabajo inmediatamente ni en el “me lo voy a tomar con calma, voy a tomarme un tiempecito antes de buscar otra cosa”. Durante unos meses lo más complicado para JL fue encontrar no un trabajo, sino una oferta de trabajo cuyas condiciones se acercaran siquiera mínimamente a las que había tenido en su trabajo anterior. Nada que ver. Ni en horario, ni en salario, ni en contrato. Evidentemente ya había oído bastante de cómo está la situación, pero pude profundizar más en esto cuando hace unos meses me invitaron a cenar a su casa. Por suerte con él no tengo que hacer el paripé de evitar el tema laboral por miedo a ofenderle, como puede ocurrir cuando nos encontramos con alguien que está en paro. Por eso, después de las preguntas y los comentarios de rigor, curioseando por la cocina y echando una mano para poner la mesa, antes incluso de sentarnos, me contó que ya había desistido de encontrar un trabajo como el de antes. Ese “como el de antes” no se refería al tipo de trabajo, sino a lograr unas condiciones remotamente similares. Lo que había encontrado eran trabajos con horario partido (de esos de 9:00 h. a 14:00 h. y de 16:00 h. a 19:00 h.), en sitios a los que tardaría en llegar más de 45 minutos si había suerte con el tráfico, y con un salario que rondaba los 1.100 euros en el mejor de los casos. Vamos, un panorama para pasárselo por las narices a los sindicatos, a los hablan de conciliar vida laboral y vida personal y, de paso, a los que afirman que en España se produce poco. Con todo, JL estaba razonablemente feliz. Fue entonces cuando sacó la calculadora y me dijo eso de “es que con esas condiciones no me compensa trabajar”. Me habló de un trabajo por horas que había encontrado dando clases en una academia de la zona donde vive, que puede comenzar cuando su esposa ha llegado a casa después de trabajar y puede ocuparse de los niños (tienen dos, de tres y de seis años). Como él está en casa por la mañana se ahorra aula matinal y comedor del colegio para el mayor, que ya es un pico; y también la guardería privada del pequeño (lograr plaza en una pública es complicado, ya sabéis, y si uno de los padres está en paro resulta imposible porque la Administración piensa que esa familia no necesita servicio de guardería, como si los trabajos se pudieran encontrar llevando a tu hijo pequeño a la entrevista o a la ETT...); el caso es que habiendo parques, ludotecas y pequenatación el pequeño no tiene porque salir asociable, ¿verdad?. Y como su academia está a poca distancia de su casa se ahorra otro pico en gasolina y mantenimiento del coche. Total, que JL ha sumado a su bajo salario por horas la cantidad de dinero que no gasta y que es, en la práctica, como un ingreso, y se ha dado cuenta de que puede vivir. Y puede ser feliz. Es un gran cambio en su vida, y no ha sido fácil, el ritmo de su vida y su ritmo de vida eran muy diferentes. Pero es consciente de que, en este momento, es la única forma de poder salir adelante. Y de que tiene que dar gracias porque ha encontrado una manera de equilibrar la balanza renunciando a algunas cosas y ganando otras (más tiempo con sus hijos, más ayuda para su pareja,…). Sabe él, sabemos todos, que hay familias que están viviendo una situación muchísimo más dura a la que es muy complicado encontrarle el lado bueno. Pero algo positivo tenemos que ser capaces de encontrarle a todo esto ya que de lo contrario no se entendería la paz ciudadana que invade hoy nuestra sociedad. Eso, o es que estamos total e inactivamente adormecidos. ¿O es que nos mantienen narcotizados?