jueves, 9 de diciembre de 2010

¿Igual que descubrir una cana?

Debe de ser algo así como la Corín Tellado de los anglosajones. El caso es que en los últimos cuatro o cinco años, con una distancia cronológica de año y pico entre una y otra, he leído con entusiasmo tres novelas de Rosamunde Pilcher.
Nunca me ha interesado ni gustado lo que podríamos llamar novela rosa. Incluso soy de la opinión de que es un género que, hasta cierto punto, ofende a la mujer por la representación que hace de ella. De ahí viene mi terror al darme cuenta de que este año he vuelto a caer en la piedra que, periódicamente, me tiende Rosamunde Pilcher. Ser consciente de esta debilidad se ha convertido en un suplicio similar al descubrimiento de una cana en mi melena. El caso es ése, que este año he leído "Los buscadores de conchas" y, anteriormente, "Septiembre" y "El regreso". Y lo peor de todo: ¡¡os recomiendo que leáis alguna (en especial las dos últimas)!!
Ahora viene la parte complicada, porque tengo que intentar razonar qué le veo de positivo a estas novelas. Partamos de la base de que sólo albergaba sospechas de la vinculación de missis Pilcher con la novela romántica... hasta que el dios Google me lo confirmó mediante la intercesión de la santa Wikipedia. Si leéis alguna de estas obras veréis que el lenguaje edulcorado y arquetípico es el que asociamos a la novela rosa. Sin embargo, la definición de los personajes femeninos, me parece, es bastante más fuerte y progresista de lo que cabría esperar en este tipo de literatura.
Uno de los aspectos que más me llama la atención en lo que he leído de esta autora es el valor que le concede a lo cotidiano, a los gestos y las acciones del día a día tales como preparar una comida, arreglarse para acudir a una reunión de negocios, elegir un ramos de flores, conducir de regreso tras una dura jornada de trabajo, organizar un encuentro con amigos,... Las prisas de nuestro día a día actual nos impiden casi siempre darnos cuenta del alcance de nuestras mismas acciones. Esa reivindicación de Pilcher me llega profundamente.
Y otro factor determinante en estas novelas, no sé si será característica común de este género, es la imagen de la casa, del hogar, como referencia absolutamente necesaria para sentirse parte de un algo mayor, de unas raíces que más que atarnos nos sujetan y sirven de amarre para no perecer en las embestidas que nos proporciona la vida.
No sé si me atrevería a desvelar oralmente ante nadie esta inclinación de lectura, porque... ¿quién de nosotras no utiliza un tinte o unas mechas para ocultar sus canas?

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