lunes, 7 de marzo de 2011

Un universo paralelo, virtual y sindical

Seguro que habéis notado que, hasta ahora, he evitado en este blog toda referencia política, por ligera que fuera. Por eso he pasado por alto la ley antitabaco, los datos del paro, la situación en los países árabes,… Sin embargo, hoy tengo que rozar, siquiera, esta vertiente. Este cambio de reglas no es una ruptura completa con la línea del blog, ya lo veréis. Y, además, está plenamente justificado.

El caso es que estoy enormemente preocupada por la situación de una de mis amigas. Durante unas semanas ha permanecido abducida por un ente que funciona en un universo paralelo y virtual, totalmente alejado de una realidad a la que afirma querer representar. No son zombies, no son extraterrestes y no son aliens. Eso es, sí, lo habéis adivinado: mi amiga ha estado trabajando durante unos meses ¡¡para un sindicato!! Por desgracia para ella esa situación ha terminado, y ahora le toca volver a salir en las noticias cada vez que citen las cifras del paro.

Por medio de esta amiga mía también yo he podido curiosear y conocer de primera mano cómo es un sindicato por dentro. Y la sensación resultante, por buscar una comparación, es como ser catequista y descubrir que el párroco se lo monta en la sacristía con la directora del coro. Pero vayamos por partes.

Por no sé qué examen que hizo unos meses atrás, recibió una llamada para contratarla durante unos meses en un organismo perteneciente a un sindicato. Como suele pasar cuando alguien lleva desempleado varios meses, la noticia llenó de alegría a mi amiga. Pese a ser un contrato tan corto, tres meses, sospechaba la posibilidad de quedarse algún tiempo, siempre que lo hiciera bien y respondiera a las expectativas que se hubieran depositado en ella. Así, cargada de ilusión y con sus vaqueros viejos y su jersey de lana modelo Marcelino Camacho (era pleno mes de noviembre) y sin nada de maquillaje (con esa decisión no pude estar de acuerdo en absoluto, pero fue inútil disuadirla) se dirigió a la sede sindical. Su puesto era OPEA, algo como consejera laboral. Quizá el nombre del puesto, OPEA, acabado en A, podría explicar por qué no había ningún hombre ejerciendo el mismo puesto. Ciertamente era algo raro, más que nada en nombre de la paridad entre trabajadorEs y trabajadorAs que tanto cacarean por esos lares.

Sin embargo, lo malo vino después. Resulta que esas chicas OPEA (todas eras chicas, ninguna rozaba los cuarenta) eran tan pijas y tan peperas que parecía que todas vivían en el barrio de Salamanca. Nada de vaqueros, todo eran pantalones sastre con un corte y una caída dignos de Pertegaz; jerseys de lana como el de mi amiga, ni uno, como mucho alguna chaqueta gruesa de Mango; y de las chaquetas de pana tipo “Isidoro” no había ni rastro tampoco. Fue ese mismo día, el primero, cuando mi amiga me llamó con urgencia al móvil pidiéndome ayuda. Y allí me tuve que personar para dejarle mi neceser de maquillaje, mi fular y mis gafas de sol, para amortiguar en lo posible su desatino al elegir su look este primer día. La verdad, según pude constatar al llevarle este “botiquín de primeros auxilios” es que esas chicas iban monísimas, perfectamente podían ser azafatas de Iberia (para ser de Ryanair le faltaban otro tipo de atributos, según demuestran los calendarios “solidarios” de esa compañía aérea).

Los acontecimientos se desarrollaron a ritmo de vértigo, dado el poco tiempo que iba a durar la estancia de mi amiga en el sindicato. Sus esperanzas de ver prolongado su contrato se vinieron abajo rápidamente al descubrir que el motivo del mismo no era otro que el de justificar una de las muchas subvenciones que había recibido esa entidad. Es decir, el mismo sindicato que públicamente alardea de luchar por la calidad del empleo en España, estaba contratando gente temporalmente por el simple motivo de quedarse con dinero público. Esa actitud puede calificarse de muchas formas, pero no de sindical.

En esas semanas mi amiga también pudo descubrir cómo las OPEAS habían burlado la consigna del sindicato en la pasada huelga general del 29-S alegando excusas absurdas y mintiendo descaradamente para no acudir a las manifestaciones, y el elevado número de personas que estaban sin contrato, o con  pseudocontratos + basura + temporales + renovables + cuando + al + sindicato + le + dé + la + gana.

Con todo, ante ese panorama, mi amiga mantuvo su dignidad y optó por no afiliarse, visto lo que se cocía allí dentro. Es una actitud loable, sobre todo sabiendo lo que era capaz de hacer la gente de allí para mantener sus sueldos. Es que, dicho sea de paso, los salarios del sindicato están, euro arriba o euro abajo, un 40% por encima de la media. Aunque claro, a lOs y lAs compañerOs y compañerAs que están dentro sus condiciones laborales, con jornada de 35 horas semanales, les parecen muy duras y complicadas. ¿Se habrá visto más distancia y alejamiento de la realidad actual del país? Vamos, ni Zapareto con su café de 80 céntimos.

Conclusión: si hasta los que dicen defender a los trabajadores lo único que hacen es aprovecharse de ellos, ¿qué vamos a esperar del resto de nuestra clase política y de los grandes empresarios de España?



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