Tengo la sensación de que la expresión “vergüenza ajena” se está dejando de utilizar. Quizá sea por esa manía que tenemos actualmente de relativizar todo y del “todo vale”. Sin embargo, en las últimas jornadas he experimentado este sentimiento varias veces. Y tan fuerte y repetida ha sido esa sensación que he decidido plasmar algunos casos en el blog. Estos casos no están ordenados según la intensidad de la vergüenza, ni por orden cronológico. Y no todos están relacionados con la política (aunque bien podría sacar, sin demasiado esfuerzo, una enorme lista de vergüenzas ajenas referidas sólo a la política). Vamos a ellas:
- Me da vergüenza ajena escuchar y leer cómo se queja todo el mundo de lo caros que son los servicios de Movistar y de la manera que tiene esta empresa de tratar a los clientes. Claro, que más vergüenza ajena me da el continuismo de los españoles para arriesgarse a cambiar a otras empresas diferentes porque “les da cosa”.
- Me da vergüenza ajena, casi grima diría yo, escuchar a Pepe Blanco pronunciando términos como “concepto” o “perfecto” eliminando el sonido de la P que debe pronunciarse antes de la T. Ese “conceto” y ese “perfeto” deberían estar prohibidos, y más aún en una persona pública. Es algo completamente “indino”.
- Me da vergüenza ajena ver cómo está quedando la Puerta del Sol tras la asentada de los “indignados”. Sé de primera mano que esto no es lo que querían quienes organizaron la concentración del 15-M. Qué degeneración y qué pena que dejen morir así, de hastío y cansancio, este movimiento que pudo haber llegado a significar mucho más.
- Me da vergüenza ajena el afán de protagonismo de Álvarez Cascos, fundando su propio partido como pataleta para, en virtud de los resultados electorales, tener que pactar con su ex-partido bajo pena de no conseguir el puestazo con el que soñaba.
- Me da vergüenza ajena que, amigos y conocidos míos, personas sensatas y cultas en su existencia, mantengan en público la defensa de realities como “Supervivientes”, discutiendo si Aída Nízar es repulsiva o Paquirrín podía dar más juego del que está dando.
Mucho me temo que en los próximos meses quizá tenga que recurrir de nuevo al título de esta entrada para volver a reseñar más casos vergonzosos: ¡¡se acerca el verano!!
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