viernes, 10 de junio de 2011

"Mamá, ya no quiero ser la chica yeyé"

Una pensaba que ya había visto y oído de todo en esta vida. No es que sea mayor como para haber visto de todo; no obstante, quizá por mis circunstancias, me he visto casi siempre rodeada de una fauna humana digna de estudio. Y esa fauna me ha deleitado, a lo largo de mi existencia, con comportamientos y frases para la posteridad. O, por lo menos, para mi recuerdo personal. Sin embargo, el circo social que hemos creado en los últimos años, me está proporcionando visiones que aún logran sorprenderme. Algunas de estas visiones se materializan en forma de actitudes públicas que se podrían calificar con cualquier adjetivo menos con el de oportunas.
No estaba en mi casa ese día, sino cenando en casa de unos amigos. Por suerte estábamos en conversaciones más interesantes que me salvaron de escuchar atentamente a esta señora. Pero no tuve más remedio que escuchar retazos de las declaraciones de una actriz que ejerció en su día de señora estupenda, representante incluso de la cinematografía de la época de Franco. Con el paso de los años, hace tiempo que cumplió los 70, se ha rodeado de una aureola de estupenda actriz. En mi opinión, y la he visto sobre un escenario en un par de ocasiones, resulta engolada y pomposa en su dicción. Nada que ver, por ejemplo, con la grandiosa naturalidad de Lola Herrera o Blanca Portillo. Es cierto que esa  artificiosidad y ampulosidad de venían muy bien a las cursiladas que Antonio Gala escribió para ella, pero para poco más. Y como prueba de ello podemos constatar que su reputación como actriz se basa en dos canciones que entonó con algo de fortuna: “Mamá, quiero ser artista” y “La chica yeyé”. Porque ¿quién recuerda algo más de Concha Velasco? Pues bien, la artista, supongo que para promocionar alguna función, apareció hace poco en el programa “La Noria”. Al menos la colocaron en la parte del programa en la que aparecen los personajes dignos, aunque rodeada de periodistas indignos (excepto Calabuig, que tiene su puntito). Y allí, la dama del teatro (aunque sea medio vacío) se lanza y, con la que está cayendo, afirma que “siempre he votado y votaré a los socialistas”. Vamos a ver, querida señora: ¿a quién le importa un pepino español lo que usted vote? Sabemos que, aunque lo niegue, le gusta aparecer en los papeles para mantener su estatus de estrella (¿acabada?), aún a costa de airear su vida privada: aún recordamos las apariciones estelares que le proporcionó su divorcio de Paco Marsó, y más recientemente el fallecimiento y el funeral de éste. Claro, que de eso hace unos meses y ya tocaba volver a salir a la palestra.
Está claro que todos tenemos nuestras opiniones políticas, que todos votamos a quien queremos votar, que no votamos si no queremos, que los “famosos” tienen derecho a expresar sus opiniones (aunque parece que sólo esté bien visto que lo hagan los que se sitúan a un lado de la línea ideológica). Pero, muy señora mía, respete usted a los millones de personas que han rechazado la situación actual que vivimos en nuestro país, respete usted a quienes están indignados con la evolución del sistema, respete usted a los cientos de miles de familias que no cuentan con ninguna ayuda social, respete usted a los ancianos a quienes han congelado las pensiones, respete usted a los funcionarios que han visto rebajado su poder adquisitivo, respete usted a quienes han visto su vida truncada de una u otra manera por el terrorismo y ahora ven como sus verdugos pasan a recibir un salario que pagan con sus impuestos, respete usted a los millones de parados que no pueden ir al teatro por no tener un salario, respete usted a los miles de empresas que han tenido que cerrar porque la administración no ha pagado las facturas que les debe,… En fin, respétenos a todos y cállese sus opiniones políticas. Somos conscientes de que a usted le habrá ido muy bien todos estos años, paseándose de plató en plató y participando en no sé qué series o películas subvencionadas, o actuando en los teatros de no sé qué ayuntamiento. Simplemente ahórrenos la molestia de pensar, cada vez que la veamos en la tele, en una revista o en una obra de teatro, que usted vota al PSOE y que está de acuerdo con su política desastrosa.
Y no olvide que quienes, por su talla artística, no lo necesitan o no quieren favores de nadie, no pregonan sus preferencias ideológicas. Repase mentalmente los nombres de los principales artistas y se dará cuenta de que los que más valen, los que mejor lo hacen, los que destacan de verdad, los más grandes, no se decantan por nadie. Es porque ellos sí saben respetar al público.

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