miércoles, 30 de noviembre de 2011

Inteligente, resultona, madre... ¿y vicepresidenta?

Parece que este final de año nos está dejando a las mujeres un poco trastocadas, lanzando dardos de forma indiscriminada, como María Antonia Iglesias, o lanzando silencios que son tan hierentes o más que una crítica en sí. Ejemplos tenemos varios, pero como tampoco es cuestión de aburrir al personal me voy a centrar solamente en una.
Porque es que la última en ser atacada, con ferocidad diría yo, es Soraya Sáenz de Santamaría. Debo confesar que le cogí simpatía (ideologías a un lado) desde que se atrevió a dejarse retratar en actitud provocativa y sensual por EL MUNDO. A mis años, ya empiezo a estar harta de los estereotipos que nos atan a una imagen preconcebida. Aquí, en cuanto una destaca en algo y es, no diré que un bellezón, sino simplemente resultona, parece que hay que ir a por ella. Da la sensación de que no se puede ser inteligente + atractiva, o cantar bien + ser rubia, o ser una buena actriz + bellísima. Prueba de ello son los ataques que reciben Soraya Sáez de Santarmaría en el primer caso, Marta Sánchez o Penélope Cruz en los otros.
Ahora resulta que una mujer preparada, en la flor de la vida, trabajadora (con interna en casa, sí, pero trabajadora), madre, esposa y que ha conseguido destacar en el duro mundo de la política... ¿¿¿debe quedarse en casa porque ha sido madre recientemente??? Y lo más grave es que esta acusación provenga sobre todo por parte de las mujeres. Y claro, el feminismo trasnochado y las falsas progres modernas, callados al respecto, sin destacar la importancia que tiene que una mujer haya conseguido llegar donde Soraya Sáenz de Santamaría: a tener muchas papeletas de repetir la hazaña de María Teresa Fernández de la Vega (¿dónde estás? ¿qué te hizo ZP para borrarte del mapa?) de convertirse en vicepresidenta del gobierno.
Pues a mí me parece lógido que Soraya no deje pasar esta oportunidad de trabajar y dedicarse a lo que, evidentemente, le encanta. Ha tenido varios hijos, recibe ayuda de su marido, tiene una posición que le permite delegar las funciones menos gratas (si yo pudiera, desde luego, no volvería a fregar un plato ni a pasar el aspirador, ¡vamos!)... y entiende que en este momento de su vida debe hacer un esfuerzo para no perderse la oportunidad por la que tanto ha luchado. ¿Eso no lo pueden entender otras mujeres profesionales?
Cada una que elija, todas las opciones son válidas. Existe un derecho a elegir, y debemos mostrarle el máximo respeto. Y, además, en este caso, aplaudir una igualdad tan total y absoluta.

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