viernes, 26 de noviembre de 2010

El coche de mi "amiga" Lara

Si utilizamos la palabra "amiga" en un sentido amplio y generoso, podría decirse que tengo una "amiga" que se llama Lara. Es una chica asturiana bastante abierta, muy lista en todos los sentidos que queramos otorgarle al término. Pero, a pesar de todo, también es poco más que mileurista, como casi todas mis amistades, dicho sea de paso. Sin embargo, mi "amiga" trabaja de ingeniera en una empresa de tecnología o de tornillos asiáticos. He escrito que trabaja de ingeniera, no que lo sea. Más que nada porque no tiene terminada la carrera, le quedan dos años. No obstante, a ella se le llena la boca cuando dice que es ingeniera, mirando un poco bastante por encima del hombro a los que trabajamos en administración. Claro que "los administrativos" solemos tener terminada alguna Psicología, Filología, Ciencias Políticas,... Pues eso, que mi "amiga" Lara es así. Y cuando uno/a es así lo demuestra en todo, hasta en el coche que se quiere comprar.

Cuando quedo con mi "amiga" Lara solemos ir un grupo de conocidos, de edad similar, de parecidas características y con similares trabajos (=salarios). A Lara le gusta pedir consejo a cuantas más personas mejor sobre casi todo lo que ella cree que implica una mejoría en su vida. Todavía me acuerdo que durante dos meses estuvimos cambiándonos de piso con ella (¡¡de alquiler!!), y durante dos semanas seguimos el rápido cortejo al que la sometió Marín, su última pareja. Por si os lo estáis cuestionando, pues sí, Lara es de esas personas que tarda más en encontrar un piso de alquiler que en irse a la cama con alguien. Y también es de las que tardan más en decidir qué coche se compra que en buscar piso. Eso implica que estuvimos cuatro meses pendientes del coche que se iba a comprar.
Quizá sea ahora el momento de aludir a mi maravilloso Citroën C-3, de los antiguos, de los que indican la ciudad de matriculación en la placa (¡que conste que fue de los últimos números de numeración de las matrículas antiguas!). Estoy muy orgullosa y muy contenta con mi utilitario. Ya lo tengo pagado (evidentemente, con la de años que tiene, lo raro sería seguir pagándolo aún), está muy bien conservado y cuidado, cubre de sobra mis necesidades de velocidad y espacio (excepto cuando voy a Ikea, para qué voy a mentir),... Vamos, que es una maravilla. Supongo que con toda esta explicación puede quedar patente mi punto de vista sobre los coches y su relativa importancia.
Volviendo a Lara, siguiendo su costumbre, empezó a pedir opiniones a los chicos del grupo. Sí, Lara siempre suele trabar conversación primero con el género masculino, es otra de sus características. Poco a poco todos y todas fuimos dando nuestro parecer. De todas las bocas salían unos nombres de marcas y modelos de coche como Lexus, Avensis, Golf, BMW, Serie 6, Auris, Toyota, Mercedes,... Y fue ahí cuando, por un momento, pensé que todo el mundo sufría una anmesia o que vivían tan lejos de la realidad como Zapatero cuando dijo que televisión que un café costaba 80 céntimos. Parecía como si nadie conociera el Ibiza, el Fiesta, el Ford Fusión, los 207 ó 307 de Peugeot, el Altea, los Renault, los Kia, Hyundai,... Armándome de valor me atreví a sugerir el Citroën C-3 , o el C-4, "aunque ese ya sube bastante para lo que ganamos". La reacción general fue un silencio frío, tenso y sepulcral. Pálida y con un gesto desdeñoso, mi "amiga Lara" me miró y, en voz alta, comentó: "Elías, mi masajista, tiene uno de esos, el C-4, y me dice que no va mal; pero claro, ¡¡yo no quiero tener el mismo coche que mi masajista!!".
En fin. ¿Os dais cuenta ahora de por qué Lara es mi "amiga"?

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